Escribo desde la oficina. Estoy de vuelta luego de
tres meses de ausencia y la llegada de mi segunda hija, Lucía. La pequeña
Lucía, como le dice mi madre. Tengo mucho que contar sobre los dos últimos años
en que mi vida ha cambiado sobremanera pero lamentablemente sé que no podré
ponerme al día con todo así que, por ahora, me limitaré al presente.
Por ahora intento ponerme al día no sólo con la
oficina y el mundo. Siento que en estos meses lo único que he logrado hacer es
aprenderme las canciones de Dora, Blues Clues y demás. Me apena decir que no he
logrado terminar de leer un libro y no he escrito ni siquiera una línea. No
debería admitirlo pero, ahí esta. Quizás admitirlo públicamente me anime a
organizar mejor mi tiempo y esforzarme por recuperar un poco las cosas que no
hace mucho me definían y llenaban mis días.
Hace unos meses me encontré con unas antiguas
compañeras de la maestría y un par de profesoras. Asistí a la presentación del
libro de mi amiga Mixha. No tengo palabras para describir lo rico que se sentía
estar entre adultos, escuchar poesía y conversar sobre temas no relacionados
con niños o maternidad. La cuestión es que le prometí a Mariela Dreyfus que en
cuanto Lucía estuviera fuertecita y yo estuviera lista para trabajar, me
concentraría en sacar a la luz mi poemario “Prisma”. Esta debiera ser número
uno en mi lista de ‘cosas por hacer’ pero como siempre, tengo mil cosas en
mente y poco tiempo. He aceptado la idea de no poder hacer todo cuanto quiera y
ya no me mortifica el no escribir, tomar fotografías, caminar por la cuidad,
escuchar el silencio… Hasta hace poco el sólo pensar en esto era suficiente
para deprimirme. No quiere esto decir que me voy a descuidar por completo de
mis cosas sino que simplemente seré más paciente conmigo misma y disfrutaré lo
que me brinda el presente, como el día-a-día con mis hijas.
Por más simple que parezca, me ha costado mucho tiempo
y lágrimas llegar a esta conclusión. No es fácil dejar de ser para convertirse
en madre. Puede que para otras esto no sea un problema y logren adaptarse con
facilidad pero ese no es mi caso. Sin embargo, luego de tener a Lucía he
querido dejar de sufrir por aquello que he dejado a un lado. Mi primera hija,
Stella, ya tiene dos años y cuando pienso que pronto Lucía estará hablando y
corriendo como ella, quiero detener el tiempo o por lo menos hacer que éste
pase despacio para aprovechar cada segundo que la tengo en brazos.
Volviendo a las “cosas por hacer”, aún no sé que hacer
con este blog. Es inevitable hablar de mis hijas y siento que de volver a él,
la mayoría de los posts se relacionarán de alguna manera con las niñas. Pero
esa soy yo ahora. Son mis hijas las que me definen, las que me inspiran y
mueven mis días. Todo gira en torno a ellas y por más que intente rencontrarme
con aquella mujer que fui, siempre terminaré volviendo al hecho de que soy
madre y mi mejor obra o esfuerzo se encuentra en ellas.