martes, 28 de noviembre de 2006

Ardiente amanecer

Ayer me despertó una extraña luz que penetraba mi habitación, algo semejante a las llamas de un fuego ardiente, al rojo tibio del atardecer. Eran casi las siete de la mañana, tarde ya para el alba. Pero era él, el sol escondido en el horizonte y un flujo de nubes que le seguían. Las nubes parecían furiosas, como si el cielo se hubiese incendiado, dejando la humareda para cubrir la tierra. Quería permanecer ahí, maravillada, pero sabía que en cuestión de segundos las nubes desaparecerían para dar paso al azul. Tomé mi cámara y con ella detuve el tiempo. No me he cansado de mirar las fotos. Cuán agradecida estoy de haber despertado en el momento oportuno, de haber sido testigo de tanta belleza.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Girasoles

Alquien me había regalado unos girasoles y no resistí conservarlas con el lente de mi cámara. Aunque no sea mi flor preferida, me encantan los girasoles. Hay algo de ternura y alegría en su forma y color; algo en ella que te obliga a sonreír quieras o no. Los girasoles no son complicadas y enigmáticas como las rosas, delicadas y perfumadas como las gardenias o exóticas como las orquídeas, sino todo lo contrario: no esconden nada y realmente ofrecen poco; sin embargo, es en su simpleza y cálidez donde radica su belleza, su forma tan abierta y sincera, su paciencia y soledad entre las demás flores, su amarillo que te llama y te pide una sonrisa.

martes, 7 de noviembre de 2006

Llorar

Conocía muy bien la historia, sin embargo lloré como hace mucho no hacía y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí libre; libre porque lloraba con ganas sin importarme quien estuviera presente. No sé porqué lloraba, o tal vez lo sé y quiero confundirlo con otra cosa. Tal vez lloraba de alegría por los personajes de la historia, por la belleza de algo que hace mucho no siento, por la nostalgia de aquello que algún día tuve y hoy no es más que un recuerdo distante, por los sueños que se vuelven imposibles con el transcurrir de los días, por el olvido del silencio…

¿A dónde habrán ido a parar las mariposas? ¿En qué cielo se detuvieron los sueños, las gaviotas que me hablaban de mares, tempestades y plenilunios?