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miércoles, 2 de julio de 2014

Regreso a casa, Parte I

(Leer versión en inglés, aquí)

Hace unas semanas regresé de vacaciones de República Dominicana. Tenía pendiente escribir sobre ello pero como siempre, voy dejando todo para más tarde y ese momento nunca llega. Es difícil describir lo que siento sobre mi país. Lo extraño, es cierto, pero mientras pasa el tiempo siento que me voy distanciando de él. Creo que lo que amo es el recuerdo de mi tiempo allá, de los años de colegio y universidad, de lo que era mi país en ese entonces, de quién era yo. 

Al salir del aeropuerto sentí una sensación de extrañeza, estaba en mi país pero al mismo tiempo no lo sentía mío. La cuidad había cambiado mucho desde mi última visita. En el camino encontré una nueva carretera, nuevo cementerio, negocios y edificios de apartamentos que antes no existían. La cuidad había crecido, era otra.  Me hubiera gustado recorrerla despacio, volver a los lugares que alguna vez frecuentaba, caminar por el centro de la cuidad y tomar fotos, reconciliar mi pasado con el presente. Lamentablemente no me atreví; pesa mas la sensación de inseguridad que el amor que siento por ella. Tal vez es exageración mía, resultado de tanta criminalidad y violencia en las historias que escucho. Es triste decirlo pero, no me siento con la libertad y tranquilidad que amaba de mis años de adolescente. Hay quienes (como mi madre) que rehusan a vivir con miedo y no le dan mente a la situación. Entiendo su posición pero resulta difícil asimilar los cambios cuando el corazón esta anclado al pasado. 

Ahora cuando estoy en Santiago lo disfruto más porque a mis hijas les encanta… para ellas es otro mundo en el que cada día descubren algo nuevo, cosas pequeñas como tomar mangos de la mata, jugar con pollitos, recoger las hojas del suelo cada mañana, saltar en posos de agua y ver como sus pisadas van dejando rastros, cargar los perritos de su tía Grecia y correr tras ellos, saltar con las olas de la playa, ayudar a la abuela a recoger la ropa seca del tendedero, desayunar cada mañana al aire libre, darle de comer a la cotorra. Son pequeñeces, cosas que se hacen diario allá, pero cuando has pasado meses encerrada después de un largo invierno, esas simplezas se aprecian mejor.

He aqui algunas fotos:

domingo, 6 de abril de 2014

Adiós invierno

No recuerdo la última vez que vi a mis nenas correr con tanta emoción y libertad como en aquella tarde, hace unos días. Era la primera vez en lo que va de año que pude sacarlas al patio a jugar. Este invierno ha sido largo y cruel y, por más espacio que se tenga en casa, no es igual al aire libre, a correr con los brazos abiertos y dejarse caer sobre la grama, sentir el frío de una tierra que igual pide la calidez del sol. Ellas persiguieron burbujas; se llenaron las manos y rostro de tiza; jugaron su versión de la rayuela; saludaron a la niña que vive al lado; recogieron hojas olvidadas por el frío. Estaban felices. En tanto yo, me despojé de mi caparazón invernal, dejando libre los sentidos y el corazón dispuesto a ser reconquistado por esta cuidad.

martes, 25 de marzo de 2014

Felicidad

Stella juega sobre la alfombra con su baúl llena de monedas doradas, collares y pulseras en varios colores; es una granja dice, y estos son los animales. En tanto, Lucía repite a su modo las letras de la canción navideña “Santa is coming to town”, mientras gira una y otra vez con los brazos abiertos. Me mira y sonríe. Le devuelvo la sonrisa y siento mis ojos humedecer un poco. 

martes, 26 de noviembre de 2013

De paseo

Tenía algo que hacer en la cuidad y decidí aprovechar la oportunidad para llevarme a una de las niñas. Me hubiera gustado llevarme a ambas pero esta cuidad te complica las cosas cuando debes moverte sola con niños; si no fuera por la cantidad de escaleras que hay que subir y bajar para tomar el tren lo haría. Le dije a Stella que íbamos a tener una aventura y creo que lo fue para ella. Como a todos los niños, le encanta montarse en tren, ver la gente, las palomas, el constante movimiento de una cuidad, en especial cuando ésta esta vestida de fiesta con árboles navideños, luces, música y para completar, pistas de hielo. Era cerca del medio día así que compramos unos pedazos de pizza y nos sentamos a comer frente a la fuente de Bryant Park. Hacía frío pero eso no impidió que mi nena mojara sus manos con el agua helada. Estaba feliz.  

Caminamos por las tiendas navideñas que están en el parque durante esta temporada y ella me ayudó a elegir un adorno para nuestro arbolito, uno que representara nuestra familia, uno que podría tal vez iniciar una tradición en casa: el sumar algo especial al árbol todos los años.  

Miramos a la gente patinar en hielo y nos sentamos a leer en la pequeña biblioteca infantil que ofrece el parque. Ella se entretuvo con las palomas mientras yo la observaba y le tomaba fotos. Cuando tienes más de un niño temes no dedicarle suficiente tiempo a cada uno y resulta importante cuando puedes dedicarle toda tu atención de manera individual por unas horas. Se que para ella significó mucho. Y más aun para mí. 
Nuestra familia
Improvisando un baile

domingo, 10 de noviembre de 2013

Aire festivo

Cuan rápido han pasado estos días, o mas bien semanas. He estado ocupada en casa con las niñas, visitas y preparativos de navidad. Sí, ya estoy con la mente en navidad. Es el primer año en que comienzo a celebrar tan temprano. Y digo celebrar por que el ponerse a decorar, comprar o hacer adornos, sacar luces guardadas desde hace un año es de alguna forma celebrar; y mas cuando puedes compartir todo esto con tus hijos, hacerlos cómplices de tu amor por esta festividad. Por ahi viene el día de acción de gracias y a pesar de que la cena familiar será en mi casa la verdad no me llama la atención hacer nada por ese día salvo la cena. Aun no he pensado en menú y eso esta a poco más de dos semanas. Sin embargo, no estamos en diciembre y esta mañana puse a sonar canciones navideñas en Pandora y encendí las luces a mi pequeño pueblo navideño.

Mis hijas están encantadas con el árbol y realmente hice lo posible por hacer de la decoración algo especial con ellas, hacerlas participe de todo y que lo disfrutaran. Quiero tratar de que cada año se emocionen con la llegada de esta época, que sientan que es algo más que los regalos, una ocasión para compartir, o mejor que se convierta en una tradición familiar los preparativos, las canciones, el arbolito. Quizás pido mucho pero cuando pienso en mi niñez, uno de mis mejores recuerdos son de las cenas y reuniones familiares (hermanos, primos, tíos…) no sólo en noche buena sino acción de gracias y año nuevo. En mi casa siempre hubo árbol de navidad y esta fecha era especial. Quiero algo parecido para ellas. Este año será de los pocos en que mi familia se encuentre completa en noche buena, no solo estarán mis padres sino también mi primer sobrino que nacerá a principios de diciembre (mi hermano lo ha estado esperando ya por muchos años). 

En fin, esta semana me la he pasado de buen ánimo, disfrutando del aire festivo que ha empezado a embargar la cuidad (Nueva York me parece más hermosa durante esta época). Aquí algunas fotos recientes: 
Haciendo adornos para el arbolito.
Llenando una bolita para el árbol.
El pueblo navideño fue todo un éxito (pero los muñequitos tuve que quitarlos por que iban en peligro).

miércoles, 16 de octubre de 2013

Apego repentino


Apenas las once de la mañana y ya me siento abatida. Hoy tocaba a las niñas ir al day care y Stella por segunda vez se negó a ir. La semana pasada tuve que regresar con ella a casa por que insistía en que ya no le gustaba ir, que quería quedarse conmigo (Lucía felizmente se quedó). Desde hace unas cuantas semanas voy notando que ambas niñas se han ido apegando demasiado a mí, al punto de no querer ser atendidas ni por su padre. No le estaba dando mucha mente al asunto hasta hace unos días. Ahora comienzo a dudar qué tanto le beneficia el estar conmigo en casa. O mejor dicho, sé de los beneficios pero, ¿cómo hago para no sentir que las sobre protejo, para que ellas no se acostumbren a depender totalmente de mi, para alivianar sus miedos en vez de aumentarlos? Soy su mamá y sé que lo natural es que los niños confíen en que sus padres los pueden proteger así como responder a sus inquietudes pero tarde o temprano tienen que ir a la escuela, separarse de los brazos de su madre para socializar con otros niños, aprender de todo cuanto le ofrece el mundo y su alrededor.

Lucia aún esta pequeña y su apegamiento es más que comprensible, lo acepto y apoyo. Stella tiene tres y medio y su repentina dependencia no es normal en ella. Ella de por sí es algo introvertida (heredó mi personalidad), pero siempre ha sido independiente y sociable. Quiero que ella se sienta cómoda donde quiera que vaya, que no necesite esconderse detrás de mi para hacer sus cosas. No sé si me explico. Claro que estaré a su lado siempre, pero no quiero que sea la niña extremadamente tímida que fui, siempre en las afueras, esperando a que alguien se acerque, solitaria e insegura de mí misma y con miedo a tomar cualquier paso o decisión. Aun hoy, a mis treinta y cinco años, hay rasgos de esa niña y, sé que esa inseguridad y miedo es lo que en parte me ha cohibido de lograr algunas metas o de por lo menos intentar alcanzarlas. No quiero eso para mis hijas. Deseo que luchen por lograr sus sueños, que nada se interponga ante ellos, ni si quiera yo, su madre. Aun así, siempre estaré a su lado protegiéndolas como pueda, aconsejándolas para que tomen el camino que me parezca más seguro y apropiado para ellas, ofreciéndole mi amor infinito.

Espero encontrarte de mejor ánimos esta tarde, mi niña.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La granja

La semana pasada visitamos el Queens County Farm, lugar que se ha convertido en un favorito para nosotras. Muchas de las flores que vimos en nuestra ultima visita no estaban; lamenté encontrar a los inmensos girasoles ya marchitos, señal del cambio de estación. Algunos animales también estuvieron ausentes, no sé si por ser día de semana o por el clima. Estuvo nublado durante gran parte del día (ideal para fotos a esas horas) y nos acompañó un hermoso silencio. No hicimos mucho: caminar, correr, tocar un que otra flor y disfrutar del silencio y verdor que nos rodeaba. Miré a mis niñas jugar juntas, recoger piedras, reír y simplemente ser. La mayor parte del tiempo caminé detrás o en frente de ellas, dejándolas seguir su curiosidad y asombro, pero siempre observándolas, como para no perder por un segundo sus sonrisas y alegría.