No sé si será la distancia, el idioma, el estar rodeada de cosas y gente que nada tiene que ver con una época en que llevaba la sensibilidad a flor de piel, tiempo en que la poesía estaba en todas partes, cuando la sentía y respiraba como al aire, como siento hoy este frío que no me permite pensar/recordar el mar y la arena. No sé si es porque hoy, escuchando canciones que conozco y otras tal vez nuevas para mí pero sin parecer nada extrañas, de repente siento ansias de llorar, de escribir, de regresar a ese pasado donde sólo el instante mismo importaba, instante en que podía escuchar una guitarra por horas sin temor a ser interrumpida, cerrar las puertas y dejarme llevar por los caminos del corazón. Tal vez sea la edad, la imposibilidad de escapar, la ansiedad de tantas cosas por hacer, no lo sé, sólo sé que hoy, escuchando a Serrat, Rodríguez, Sosa, Guerra y Milanés he vuelto a recordar quien fui, a quien he dejado a un lado para ir en búsqueda de algo nuevo, para alimentar los sentidos con cosas de un mundo ajeno y mío a la vez, un lugar agridulce en el cual voy evolucionando de prisa, con miedo a perderme pero igual continuo corriendo por temor de quedar atrás. Tal vez he olvidado en que consiste la belleza, quizás el influjo de esta cuidad que nunca cesa de lastimar me ha hecho perder la sensibilidad, me ha creado una coraza, me ha sobrecargado de información hasta el punto de carecer de filtro y ser incapaz de detenerme y pensar o percibir la esencia de las cosas, aquello que me hace realmente feliz…
¿Hacia dónde voy? No lo sé. Como siempre, me he dejado llevar hasta perder por completo el motivo y sentido de tanto desborde.
¿Hacia dónde voy? No lo sé. Como siempre, me he dejado llevar hasta perder por completo el motivo y sentido de tanto desborde.