viernes, 24 de octubre de 2008

Desde la Prince

Camino sin saber en búsqueda de qué. En las manos la Nikon y un lente que me permite no tener que acercarme demasiado. Distancia. ¿Será que le temo a las preguntas, a las miradas molestas? No me agrada entrometerme sin pasar desapercibida. Por ello me detengo, observo, trato de grabar en mi memoria algunos ojos o acción mientras dejo para la cámara los edificios, las ventanas por las cuales imagino historias, colores y sombras que provoquen un pensamiento, alguna inquietud. Me fijo en las pequeñas cosas, aquellas que en general pasan inadvertidas, la pintura descascarada de las paredes, el óxido que grita olvido, la serie de columnas que visten las grandes ventanas de edificios donde en algún momento se cosían pantalones o sombreros, como los que hacía mi madre en una de las tantas factorías del antiguo Village. Allí, una tras otra mujeres con sus delantales sobaban y sobaban telas ante las viejas máquinas Singer, alumbradas por luces fluorescentes sin saber la hora del día, con la espalda cansada y pensando en el hijo que otra lleva a la escuela, en la hija a la que anhela proporcionar mejor destino. El recuerdo me llega como algo ajeno y la imagen me entristece al recordar que en ese momento aquello era para mí tan sólo el trabajo de mi madre. Un trabajo y nada más. Sin embargo ahora, más de veinte años después comprendo los cimientos que ella sembraba, su afán por salir temprano y el corre-corre que llevaba siempre. Ahora que tras las mismas ventanas viven gente tal vez no tan sencilla en lofts que hace mucho perdieron rastro alguno de sus orígenes, mientras paseo con ligereza por la calle Prince, sin prisa durante el almuerzo de un trabajo que a pesar de ser en la misma área donde hace treinta años laboraba mi madre pero, en oficina de luz natural y sin ponchar tarjeta, logro comprender lo que sucedía tras estos edificios, tras estas paredes pintadas de colores pastel, impecablemente limpias. Ahora comprendo las ausencias, la diferencia que mi madre forjaba para mí y que hoy puedo captar no sólo con mi cámara.

4 comentarios:

  1. Uno muchas veces no se da cuenta de los sacrificios de nuestros padres, especialmente cuando estamos del otro lado del charco, esperando a que nos envíen unos tenis o pantalones nuevo, o quién sabe que cosa.

    NY cambia rápido, todo se va mutando, poco a poco se van ocultando esos orígenes que mencionas, van desapareciendo esas fachadas que en otros tiempos significaban otras cosas. Nuestros padres sudaron mucho, para que ahora podamos vivir aquí sin el ruido de las máquinas de las factorías en nuestros oídos.

    Bello escrito Joanne, es bueno verte escribiendo con más frecuencia.

    Hasta luego.

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  2. Me gustó está entrada mucho Joanne,porque das una mirada retrospectiva y la analizas desde el ahora con cautela y juicio. Observando minuciosamente la realidad circundante y como está h influenciado en tu vida. Con ecillez tocando problemas muy profundos, un beso

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  3. Hola Baakanit,

    Gusto en verte por aquí.

    Nueva York ha cambiado muchísimo. Aún recuerdo como estaban disfrazados los trenes de graffiti, ahora ya están impecables en comparación con los 80'. Mi madre me cuenta como era su apartamento en Soho en los 70' y parece casi increíble cuando uno pasa por Prince, Houston o West Broadway y ve las preciosas vitrinas y galerías de arte.

    Un abrazo.
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    Mixha querida,

    Gracias por la visita y por leerme.

    Besos para ti también.

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  4. Tras las paredes de inmaculado color pastel,
    frente a la lente de una camara.
    Ahora los recuerdos te llevan a esos días y ves que las calles cambian, pero la escencia de ellos no.

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