El recorrió largos caminos hasta encontrarla. Iba vestido de piel y huesos, simple mortal, ambulante y algo perdido. Desterrado de su cobijo sideral y desprovisto de armaduras, no estaba preparado para las vicisitudes de la tierra, del viento que le hacía avanzar el paso y de la inclemencia del sol que por ratos cegaba. Como para salvarse o acabar de morir, se lanzó a las profundidades del agua, a la tranquilidad de un azul que parecía perderse en el infinito, allí desde donde una vez cuidaba de volcanes y montañas. Cayó lentamente en lo que pareció un viaje eterno a oscuras. Entonces sintió el suelo debajo de sí; abrió los ojos y era ella. Ella con el pecho descubierto, con las piernas ocultas bajo escamas, ella mujer pez pero, ante todo, mujer.
*Inspirado en Tunupa, de Odi Gonzales.