viernes, 29 de mayo de 2009

Gilbert y el genio creativo

He guardado silencio ya varias semanas, esperando que este amargo mes de mayo pase con la rapidez en que vinieron y se fueron los cerezos en flor. He dejado que todo siga su curso, resignada a aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar y con la esperanza de recuperar aquellas cosas que he ido perdiendo en el camino. Espero con ansias el mes de junio cuando al fin estaré libre de algunos compromisos y podré dedicarme a mis cosas.

Mientras tanto, comparto con ustedes un video en donde Elizabeth Gilbert, autora de “Eat Prey Love”, habla sobre el genio creativo. La he escuchado ya unas tres o cuatro veces y cada vez que lo hago me siento impulsada a escribir, a hacerlo sin el miedo de no saber hacia donde voy o si servirá para algo.

Gilbert sugiere crear una distancia entre uno mismo y el genio creativo, el cual es una entidad completamente aparte que existe para asistir en la creación de algo hermoso e increíble. La idea de Gilbert tiene como finalidad liberarnos un poco de la ansiedad al momento de escribir ya que, según ella, la creatividad no sólo depende de uno mismo. Ella nos cuenta que es necesario presentarse, cumplir con su parte del trabajo y la musa o genio creativo llegará cuando menos se espere.

En otras palabras, no hay que preocuparse por si gustará o no lo que se hace, lo importante es hacer aquello que se ama sin cuestionamientos, dudas o grandes expectativas. Hacer lo mejor que se pueda con los materiales que se tengan a mano y poner en ello el corazón. Lo demás habrá de llegar por si mismo.

Esto me lleva a recordar una frase de Pessoa que me encanta y con la cual me identifico: “La única actitud digna de un hombre superior es el persistir tenaz en una actividad que se reconoce inútil, el hábito de de una disciplina que se sabe estéril".

viernes, 8 de mayo de 2009

Final de la maestría

Acabo de llegar a casa con los zapatos hecho pozos de agua, completamente empapada y feliz como hace mucho no lo he estado. Antes del inesperado aguacero la noche estuvo divina. Hoy fue la lectura de fin de año de la maestría. Es decir, nosotros, los graduandos, leímos nuestros textos en el King Juan Carlos Center. Escuchando a mis compañeros sentí nostalgia del primer semestre, del momento en que escuché algunos de esos textos por primera vez. Ahora que escribo estas líneas me rió a solas de la alegría de haber sido parte de algo tan especial, por haber conocido tanta gente linda y de tanto talento, por saber que el resto de mi vida llevaré el recuerdo de esta noche. Tal vez no haya sido gran cosa para algunos pero, para mí, que sé que cuando despierte mañana deberé enfrentarme con la rutina y el desafío de mantener un lenguaje que se me escapa de las manos, esta noche, las fotos y risas que compartimos las llevaré por mucho tiempo.

Tan buena estuvo la noche que seguridad tuvo que mandarnos a salir. Del primer bar salimos enseguida por la música, en el segundo no entramos porque no todos teníamos identificación. Terminamos en un bar belga cuya especialidad, claro está, es cerveza belga. Allí me preguntaba cómo era posible que en todo el semestre no nos habíamos reunido el grupo completo, ¿porqué siempre se dan estas cosas al final, cuando se hace casi imposible hacer nada al respecto?

Al salir del tren caía tremendo aguacero. No cargaba paraguas así que no quedó más remedio que correr. Mientras corría me reía del agua que llevaba en los zapatos, de la gripe con la que sin duda amanecería al día siguiente. Corría porque no quería dañar mi cámara o enfermarme pero en verdad me hubiese gustado seguir bajo el agua, ya que no recuerdo otro momento en que haya sido tan feliz.