Acabo de llegar a casa con los zapatos hecho pozos de agua, completamente empapada y feliz como hace mucho no lo he estado. Antes del inesperado aguacero la noche estuvo divina. Hoy fue la lectura de fin de año de la maestría. Es decir, nosotros, los graduandos, leímos nuestros textos en el King Juan Carlos Center. Escuchando a mis compañeros sentí nostalgia del primer semestre, del momento en que escuché algunos de esos textos por primera vez. Ahora que escribo estas líneas me rió a solas de la alegría de haber sido parte de algo tan especial, por haber conocido tanta gente linda y de tanto talento, por saber que el resto de mi vida llevaré el recuerdo de esta noche. Tal vez no haya sido gran cosa para algunos pero, para mí, que sé que cuando despierte mañana deberé enfrentarme con la rutina y el desafío de mantener un lenguaje que se me escapa de las manos, esta noche, las fotos y risas que compartimos las llevaré por mucho tiempo.
Tan buena estuvo la noche que seguridad tuvo que mandarnos a salir. Del primer bar salimos enseguida por la música, en el segundo no entramos porque no todos teníamos identificación. Terminamos en un bar belga cuya especialidad, claro está, es cerveza belga. Allí me preguntaba cómo era posible que en todo el semestre no nos habíamos reunido el grupo completo, ¿porqué siempre se dan estas cosas al final, cuando se hace casi imposible hacer nada al respecto?
Al salir del tren caía tremendo aguacero. No cargaba paraguas así que no quedó más remedio que correr. Mientras corría me reía del agua que llevaba en los zapatos, de la gripe con la que sin duda amanecería al día siguiente. Corría porque no quería dañar mi cámara o enfermarme pero en verdad me hubiese gustado seguir bajo el agua, ya que no recuerdo otro momento en que haya sido tan feliz.
Tan buena estuvo la noche que seguridad tuvo que mandarnos a salir. Del primer bar salimos enseguida por la música, en el segundo no entramos porque no todos teníamos identificación. Terminamos en un bar belga cuya especialidad, claro está, es cerveza belga. Allí me preguntaba cómo era posible que en todo el semestre no nos habíamos reunido el grupo completo, ¿porqué siempre se dan estas cosas al final, cuando se hace casi imposible hacer nada al respecto?
Al salir del tren caía tremendo aguacero. No cargaba paraguas así que no quedó más remedio que correr. Mientras corría me reía del agua que llevaba en los zapatos, de la gripe con la que sin duda amanecería al día siguiente. Corría porque no quería dañar mi cámara o enfermarme pero en verdad me hubiese gustado seguir bajo el agua, ya que no recuerdo otro momento en que haya sido tan feliz.
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