jueves, 5 de noviembre de 2009

Lo elegido

Hasta ahora ella no era más que un pariente político, alguien que formaba parte de mi vida, no por quererlo sino porque era necesario, no porque la había elegido sino porque era parte del hombre con el cual había decidido compartir mi vida; por ello merecía mi respeto y cariño. Comencé a verla con otros ojos cuando la escuché admitir el error más grande de su vida. Inmediatamente pude sacarla del aislamiento en que la había sometido para lidiar con ella lo menos posible y la sentí más humana, más real y más mujer incluso; es como si ciertas relaciones impuestas no nos permitieran ver más allá de lo que uno quiere, siempre por el afán de protegerse uno mismo, por ser quizás un poco egocéntricos pero, cuando uno logra romper esa barrera puede ver de cerca al individuo, reflejarse uno mismo en él, cuestionar e imaginarse cómo ha vivido y qué tanto se asemeja a uno; en especial cuando el otro ha vivido más que uno. No pude evitar preguntarme si yo seguía el mismo destino, si había cometido el mismo error. Ella también fue joven, también fue cegada por el amor, ilusionada con la idea de que más allá de su realidad había un mundo desconocido donde sin duda podría ser feliz. Después de años tratándola me pregunté cuántas noches se habría dormido llorando, extrañando su gente y su tierra, preguntándose si al final había valido la pena atravesar el océano por un hombre al que apenas conocía. Pero supongo que ella reconocerá que es tarde ya para lamentarse, que no puede volver hacia atrás y deshacer lo hecho, supongo además que, debido a la clase de madre que es, al final reducirá todo a sus hijos y por ellos volvería a recorrer el mismo camino aunque éste no sea el deseado para sí.

De haberla escuchado decir aquellas palabras unos años antes lo hubiese tomado tal vez con ligereza, al fin y al cabo no tendría los compromisos que tengo hoy día y contaría con la excusa de era joven, con toda la vida por delante para pensar bien el trayecto a seguir pero, ahora que llevo una niña en el vientre no puedo evadir el hecho de que ya elegí mi destino, de que pronto seré responsable de otro ser humano y, en caso de querer escapar de mi presente no podría hacerlo con tanta facilidad.

Por ahora la posibilidad de haber cometido el mismo error es sólo eso, una posibilidad porque al igual que ella, no lo sabré hasta mucho tiempo después; y ni siquiera sé si valdrá la pena pasar el tiempo pensando en ello. Es fácil imaginar que lo desconocido es o sería lo preferible pero lamentablemente no se puede adivinar lo que aguarda el futuro y en el momento de decidir rara vez se es capaz de hacerlo sin estar influenciado o persuadido por emociones propias y opiniones ajenas. Supongo que el errar es propio de la juventud y aunque no siempre se está atado a lo elegido, lo cierto es que tampoco se puede deshacer lo hecho. Sólo espero que al final de mi vida pueda mirar hacia atrás y sentirme satisfecha en gran medida con la maneara en que la he llevado, así como deseo suceda con ella.

2 comentarios:

  1. Siempre es interesante ver como cuando se caen los campos de fuerza y nos acercamos a los otros para conocerlos, nos damos cuenta que sus comportamiento tenían cierta lógica, que no eran para nada como nos los imaginábamos a lo lejos.

    Tampoco puede uno resignarse a lo elegido, las cadenas en estos tiempos no son tan fuertes como las de otras épocas. Una mujer inteligente y preparada nunca puede sentirse atrapada, el horizonte es demasiado amplio.

    Un abrazo Joanne es bueno verte escribiendo con frecuencia.

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  2. Me parece una historia triste e intersante al mismo tiempo. Triste porque aparentemente el "grande error del pasado" continua cobrando efecto en el presente e interesante porque el presente mismo al parecer ofrece oportunidades (hijos en este caso) que probablemente no existirian de no ser por el pasado.
    Se te quiere de gratis Joanne!

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