Estaba en fila esperando mi turno para pedir un café y,
detrás de mi había una jovencita hablando con su madre por celular. No podía
evitar escuchar su conversación porque aparte de que hablaba bastante alto, no
tenía nada conmigo para entretenerme. Tampoco es como que estaba pendiente de
cada palabra pero me llamó la atención la manera en que hablaba con su madre,
la comodidad con que le contaba de sus clases, sus quejas de lo mucho que tenía
que estudiar y de que había gastado todo su dinero en libros y comida.
Inmediatamente pensé en mis hijas y comencé a imaginarme a la mayor en la
universidad, en como sería su forma de hablar y de vestirse. Pensé en lo poco
que compartía con mis padres sobre mis estudios cuando me tocó asistir la
universidad. En aquel entonces sólo le comentaba datos generales, como cuantas
materias iba tomar un semestre, de si pasé un examen o no, pero nunca detalles.
Quizás se debía al hecho de que mis padres no tuvieron la oportunidad de pasar
por una universidad y, a mi parecer, no comprenderían muchas cosas; quizás era
por lo reservada que era con mis cosas; o quizás, por el simple hecho de que
para aquel entonces mis padres y yo no habíamos cultivado la relativamente
estrecha relación que tenemos hoy. Mis padres eran mis padres, no mis íntimos
amigos a quienes debía contarles mis cosas. Así pensaba entonces.
Volviendo a la chica del café, ella sí parecía tener
una relación cercana con su madre; hablaba con ella como le hablaría yo a
cualquier amiga. Pienso en mi madre y me pregunto si ella deseaba lo mismo
conmigo: que pudiéramos hablar como dos amigas, olvidar por un momento los
títulos de madre/hija y tener la confianza de contarnos todo o, casi todo. Eso
quisiera para mis hijas. No quiero crear
una pared entre nosotras, hacerlas sentir que por ser su madre deben temer el
pedirme consejos o ir hacia mí con algún problema. Quisiera poder ser abierta
con ellas, contarles de mi vida, mi matrimonio, mis años en la universidad; que
ellas sepan mi historia y no teman contarme la suya. Aún no sé si podré hacerlo
o cómo lo haré. Entiendo que es difícil separar los roles de madre/amiga, de
criar a los hijos y encaminarlos por buen camino, siempre con mutuo respeto y cuidando
de ciertos límites. Sólo espero que mi corazón sepa distinguir esos límites:
darles buen ejemplo, protegerlos y brindarles todas las opciones posibles y a
mi alcance para que sean felices y, al mismo tiempo, saber hasta dónde puedo
acompañarlos, darles su espacio y dejarlos ser. Ojala mi corazón pueda con tanto
amor.