Él es el frío que me despierta en las noches,
chacal que reabre las heridas, ríe
y toma de mi sangre.
Él es la amenaza de lo incierto,
de las dudas y penumbras
que una vez habitaron mis días;
recuerdo de la angustia interminable,
del suplicio de estar viva.
Él disfruta del terror que me provoca,
de la sombra que dibuja en el pensamiento,
silueta que busca permanencia,
impregnarse en la memoria
como una mancha negra,
indeleble,
maldita.
sábado, 30 de junio de 2007
viernes, 29 de junio de 2007
Coney Island Mermaid Parade
El pasado fin de semana asistí el Coney Island Mermaid Parade (Desfile de Sirenas de Coney Island) con el fin de tomar fotos y conocerlo por vez primera. Lamentablemente llegué un poco tarde y para entonces el lugar estaba repleto (y es que, cómo llegar a tiempo cuando me toma hora y media en el tren… ¡horrible!). Quedé con deseos de volver el próximo año; a ver si en esa oportunidad logro llegar a tiempo para tomar mejores fotografías. Que, ¿cómo estuvo? Creo que las fotos lo dicen todo. Aquí les dejo una muestra:
Sección:
Fotografía
jueves, 28 de junio de 2007
Compromiso
- ¿En verdad te casarías conmigo?, preguntó.
- Sabes que me encantaría, contesté.
- Pero dime, ¿te quieres casar conmigo?, me preguntó nuevamente en espera de un sí.
- Claro que sí, le dije y enseguida sacó el anillo de su bolsillo.
Ya sabía que me propondría matrimonio ese jueves pero no imaginaba la sorpresa que me había guardado. Tampoco imaginaba que me llevaría a dar una vuelta en coche en Central Park y mucho menos que él estuviese nervioso, como si dudara de mi respuesta.
No voy a negar que temía de que ese momento no fuese especial como esperaba debido a que el elemento sorpresa ya se había perdido, y es que no acabo de aceptar que los sueños no son más que eso, simple sueños, ideas a las que uno se aferra porque cree que en ellas está la felicidad. Sin embargo, luego las cosas no se dan como uno espera y con el tiempo se termina olvidando aquello que tanto se anhelaba para terminar conformándose con menos, siendo incluso más feliz. Y así fue; quizás no todo fue o es como hubiese querido pero tampoco imagino otro modo en que pudiera ser más feliz. El hombre de mis sueños no tenía dos hijos pero hoy día no imagino mis sueños sin él, el hombre que aquel jueves llevaba los ojos húmedos y me decía con su mirada cuánto me amaba.
Si me preguntas hoy si quisiera cambiar algo de aquella noche, ni lo pensaría. Cómo querer cambiarlo si quise llorar de la alegría cuando, al subir al auto para ir al restaurante en que habíamos acordado tomar unos mojitos, escuché nuestra canción, aquella que en varias ocasiones escuché en el teléfono cuando no estábamos juntos. Cuando llegamos a Cuba tampoco me sorprendió ver a algunos amigos ya que en el transcurso del camino sospeché que algo tramaba con tantas llamadas telefónicas. Sin embargo, sí logró sorprenderme y hacerme llorar cuando me encontré con la sonrisa de mis padres; no pude evitar gritar de la emoción ya que no los esperaba. Mi novio, digo, mi prometido, se encargó de hacerlos llegar desde la República Dominicana y junto con ellos, mis hermanos, amigos y demás familiares se pusieron de acuerdo para darme una sorpresa. Fue una noche hermosa, entre familia y gente querida, muchos abrazos y palabras emotivas, noche que recuerdo hoy con una sonrisa y deseos de llorar (de alegría).
Este año habrá matrimonio y no podría estar más feliz.
- Sabes que me encantaría, contesté.
- Pero dime, ¿te quieres casar conmigo?, me preguntó nuevamente en espera de un sí.
- Claro que sí, le dije y enseguida sacó el anillo de su bolsillo.
Ya sabía que me propondría matrimonio ese jueves pero no imaginaba la sorpresa que me había guardado. Tampoco imaginaba que me llevaría a dar una vuelta en coche en Central Park y mucho menos que él estuviese nervioso, como si dudara de mi respuesta.
No voy a negar que temía de que ese momento no fuese especial como esperaba debido a que el elemento sorpresa ya se había perdido, y es que no acabo de aceptar que los sueños no son más que eso, simple sueños, ideas a las que uno se aferra porque cree que en ellas está la felicidad. Sin embargo, luego las cosas no se dan como uno espera y con el tiempo se termina olvidando aquello que tanto se anhelaba para terminar conformándose con menos, siendo incluso más feliz. Y así fue; quizás no todo fue o es como hubiese querido pero tampoco imagino otro modo en que pudiera ser más feliz. El hombre de mis sueños no tenía dos hijos pero hoy día no imagino mis sueños sin él, el hombre que aquel jueves llevaba los ojos húmedos y me decía con su mirada cuánto me amaba.
Si me preguntas hoy si quisiera cambiar algo de aquella noche, ni lo pensaría. Cómo querer cambiarlo si quise llorar de la alegría cuando, al subir al auto para ir al restaurante en que habíamos acordado tomar unos mojitos, escuché nuestra canción, aquella que en varias ocasiones escuché en el teléfono cuando no estábamos juntos. Cuando llegamos a Cuba tampoco me sorprendió ver a algunos amigos ya que en el transcurso del camino sospeché que algo tramaba con tantas llamadas telefónicas. Sin embargo, sí logró sorprenderme y hacerme llorar cuando me encontré con la sonrisa de mis padres; no pude evitar gritar de la emoción ya que no los esperaba. Mi novio, digo, mi prometido, se encargó de hacerlos llegar desde la República Dominicana y junto con ellos, mis hermanos, amigos y demás familiares se pusieron de acuerdo para darme una sorpresa. Fue una noche hermosa, entre familia y gente querida, muchos abrazos y palabras emotivas, noche que recuerdo hoy con una sonrisa y deseos de llorar (de alegría).
Este año habrá matrimonio y no podría estar más feliz.
Sección:
Vida
sábado, 23 de junio de 2007
Miedo a recomenzar
Llevo semanas intentando escribir en el blog y no he podido. Algo me lo impide: miedo. Miedo a no saber qué decir, miedo por no saber cómo comenzar después de tanto tiempo en silencio. Es como si de pronto se me olvidase el idioma, como si las palabras estuviesen flotando demasiado altas para mi alcance o como si el vocabulario haya partido por un largo viaje dejando sólo el olvido. Tantas cosas han surgido en mi vida en los últimos meses y no he podido compartirlas. Quizás me he convertido en egoísta y quiero guardar mis días para mí… Ojala fuese así pero la verdad es que ni siquiera puedo escribir para mi misma, contarle a mi diario el motivo de mis sonrisas, la partida de la soledad, la tranquilidad que llevo en el alma, la tristeza que me causa la ausencia de las palabras y mis versos.
El miedo me ha aislado de muchas cosas, o quizás sea lo contrario y al aislarme de todo, me encuentro extraña y el escribir parece foráneo, como algo nuevo por descubrir, algo que se fue perdiendo en la memoria y sin embargo siento mío, una voz que me llama sin cesar mas no sé desde donde. Quiero reencontrarme con mi musa, dejarme llevar por aquella voz que me espera, volar junto a las palabras, decir con versos lo que en silencio he guardado. Ojala no sea demasiado tarde.
El miedo me ha aislado de muchas cosas, o quizás sea lo contrario y al aislarme de todo, me encuentro extraña y el escribir parece foráneo, como algo nuevo por descubrir, algo que se fue perdiendo en la memoria y sin embargo siento mío, una voz que me llama sin cesar mas no sé desde donde. Quiero reencontrarme con mi musa, dejarme llevar por aquella voz que me espera, volar junto a las palabras, decir con versos lo que en silencio he guardado. Ojala no sea demasiado tarde.
Sección:
Reflexiones,
Vida
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