Hoy estoy releyendo viejos poemas y corrigiendo cada uno. Una de mis metas para este año es salir de ellos. Sí, sé que suena algo extraño pero quiero terminar con ellos y no volver a verles, salvo que sea por que se han publicado y es menester hacerlo. Sí, también sé que suena ambicioso pero si no me propongo esto, estos poemas permanecerán por siempre en mi archivo de asuntos pendientes y por pensar tanto en qué hacer con ellos nunca escribiré otros. Necesito cerrar esos capítulos en mi vida para comenzar uno nuevo; y es que cada poema forma una parte de mi pasado que debo dejar atrás. Como dice José José, ya lo pasado pasado. Quizás por ser estos poemas (en su mayoría) de un tiempo lejano, me ha sido increíblemente fácil quitarle no sólo palabras sino hasta versos completos; cosa que antes nunca pude hacer por estar muy apegada a ellos. Cada poema era algo mío y el reemplazar un verso era darle muerte al mismo. “No puedo cambiarlo porque si lo hago, perdería todo el sentido que tenía cuando lo escribí”. Tonterías. Si algo aprendí el semestre pasado es que no sólo hay que escribir, sino reescribir una y otra vez. Los sentimentalismos hay que dejarlos a un lado porque si voy a tomar un poema en serio, no puedo verlo con los ojos del corazón. Además, si no lo corrijo yo, va venir otro que no me ve hacer el favor de corregirlo o darme sugerencias sino que lo va acabar y echar al olvido junto con toda mi poesía, la haya leído o no.
Y en eso estoy, limpiando mi computador y excavando textos para poder tener algo concreto y hacer realidad uno de mis tantos proyectos sinfín.
Y en eso estoy, limpiando mi computador y excavando textos para poder tener algo concreto y hacer realidad uno de mis tantos proyectos sinfín.
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