lunes, 21 de abril de 2008

Uno por el otro

Nunca pensé que extrañaría tanto el diminuto apartamento en Briarwood que me hizo llorar de tristeza al mudarme en él. Después de pagar los dos meses de depósito más la cuota del real estate, quise deshacerlo todo pero ya era tarde, el contrato había sido firmado. Me perturbaba la distancia, el largo caminar para llegar al metro. Sin embargo, después de vivir tres años allí, terminé enamorada del lugar, en especial de la vista que me ofrecía sus únicas dos ventanas. Desde allí pude apreciar los amaneceres más hermosos que he visto en mi vida. En las mañanas sobre el alfeizar se hacían cita varias tórtolas para tomar el sol, el mismo que iba a parar sobre mi rostro. Las cortinas transparentes de verde pálido no constituían barrera ante el nuevo día y yo, sino todo lo contrario. Hoy día despierto a oscuras, con unas aburridas y detestables persianas blancas. A mi esposo, que no le gusta sentir la claridad mientras duerme, le encanta. De todos modos, mi habitación queda al oeste. Ahora tengo de vista el patio de un par de casas, y al frente otras que igual resultan poco atractivas. Me entero del nuevo día por la alarma del celular que no sirve de mucho ya que, con el frío que hace, me resulta difícil levantarme incluso después de un tercer intento. En Briarwood la calefacción se mantenía alta, tanto que no necesitaba arroparme aún cuando afuera la temperatura llegara a los treinta grados Fahrenheit; pero, como prefiero el calor al frío, para mi era un placer andar en shorts dentro del apartamento en pleno invierno o dormir en ropa ligera. Y para dormir no era necesario tener sueño ya que, el cielo despejado, las estrellas, y en especial el plenilunio, se encargaban de entretener mis pensamientos mientras observaba desde mi cama. Con ello, recordaba las noches que pasé sobre mi balcón en Santiago, olvidaba que me encontraba en Nueva York.

Hoy día no veo la luna, ni las estrellas o el amanecer. Como todo en la vida, he tenido que sacrificar algunas cosas por otras. Al llegar a casa me encuentro con un apartamento que, aún siendo más grande y cómodo, me es extraño y ajeno pero, a contrario del anterior, guarda un esposo que me adora y que siempre me espera con los brazos abiertos para hacerme olvidar los sinsabores del día.

(Foto tomada desde mi ventana en Briarwood, 2006)

3 comentarios:

  1. Es importante que tomes cada detalle y lo conviertas, como siempre, en tuyo, así podrás seguir siendo tú, como individual, pero con la dicha de poder compartirlo con alguien.

    es una etapa de la vida :) encuentrale lo chevere y las uqe vengan serán hasta más felices :)

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  2. tengo una vista casi parecida a la de tu apartamento en Briarwood, a veces Long Island te da buenos lugares con exelentes despertares.

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  3. Querido Emmanuel,

    Gracias por tus palabras. Me alivian al saber que vienen de ti porque sé que me entiendes y has estado en mi lugar.

    Abrazos a Goretti. Me encantó verlos en Santiago. Lástima que no pude ir el lunes siguiente al teatro cibao.

    Cariños,
    Joanne
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    Hola drlacxos,

    No dudo que en LI se den buenos amaneceres. Me gustaría ver la foto. La tendrás en flickr?

    Saludos,
    Joanne

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