Cuando logro cerrar las puertas, callar a los demonios y escuchar el silencio -aún cuando las paredes dejan escapar el ruido del mundo exterior, aquel en que a veces no pertenezco-, cuando todo deja de existir y logro escuchar a mi misma, no la voz que día tras día se lamenta o asfixia, no, cuando logro escuchar aquella que desde el fondo grita sin realmente querer ser escuchada, la que existe sólo cuando todo lo demás se esconde, entonces, sólo entonces, puedo sentir un poco de paz.
Qué hermosa forma de decirlo!
ResponderEliminarYo también enfrento a menudo algo así.
saludos!
Gracias!
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