Hace seis meses dejé mi trabajo de oficina para dedicarme a mi
familia. No fue una decisión fácil pero era la mas práctica y a la vez lógica, así
que lo hice sin pensarlo mucho. Digo que no fue fácil porque me considero una
mujer independiente, que no gusta de depender de otros y, porque además, ese no
fue el ejemplo que tuve de mi madre. Al mismo tiempo, sabia que mis niñas
necesitaban de mí y mi esposo igual de nosotras. Conformábamos una familia pero
no compartíamos lo suficiente para llamarnos tal. Y quizás la mayor motivación
para esta decisión fue el hecho de que no sentía nada por mi empleo, no podía
llamarle profesión porque no lo era, no había pasión de la que hablaba la
señora en la radio, el oficio y lugar que una vez amé se había convertido en un
simple trabajo que pagaba cuentas y cubría gastos.
Ya van seis meses y mentiría si digo que lo extraño.
De vez en cuando me hace falta la cuidad, el ruido, el conversar con adultos,
el perderme en mis pensamientos mientras viajo en tren, estar al tanto de las
noticias, entre otras pequeñas cosas pero, en verdad no extraño la oficina ni
el estrés que me causaba la vida que estaba llevando. Sí extraño el sentirme productiva, sentirme parte de algo no relacionado a mi hogar, tener un espacio propio para poblar mis pensamientos… tener
tiempo y ánimo para crear.
Es cierto que
a veces me canso, pasan los días y todo lo que he hecho gira en torno al
hogar y a mis hijas, dejándome agotada y con ansias de otros aires. Quizás si
tuviera esa ‘pasión’ las cosas serían distintas, aunque en el fondo lo dudo.
Cuando me siento abatida, pienso que lo que hago es por el bien de ellas y,
porqué no, para el mío también. En unos años comenzarán la escuela y mi tiempo
con ellas será limitado. Quiero disfrutar estos añitos y por más difícil que a
veces parezca, sé que soy una de las pocas que hoy día cuentan con esa dicha.
Quizás no tenga una carrera profesional y quizás mi
pasión por otras cosas como la escritura y fotografía hayan quedado en un
segundo o tercer plano pero, siento que para ello habrá tiempo; solo es
cuestión de esperar, de ser paciente.
En conclusión, sí, he cambiado de parecer respecto a
ser madre a tiempo completo, es algo que nunca pensé que haría y, sin embargo, es
la mejor decisión que he tomado en mi vida.
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