Sentada en mi escritorio miro la postal del Jardin en Sainte-Adresse, de Monet, que compré en el Museo Metropolitano de Arte. La compré con la intención de regalartela pensando que te veria antes de marcharte. Como siempre, no llegamos a despedirnos; la complejidad de tu vida y mi incapacidad de acercarme a ti no lo permitieron. Si vieras la postal entenderias enseguida porque la elegi. Sin necesidad de una palabra, la imagen del mar y la pareja en la costa francesa te llevaria a un pasado que ambos tenemos en común. Entre tu y yo siempre sobraron las palabras. Nunca fueron necesarias las explicaciones, justificaciones o disculpas. Existe entre nosotros un entendimiento tácito que nació desde el instante mismo en que te conoci y que creció con el tiempo, los besos y las lágrimas. Antes bastaba ver tu sonrisa para entender tu verdad, a ti te bastaba mirarme para descifrar mi angustia. Hoy, hasta el mirarte está de más. Aún en la distancia, sin escuchar tu voz, sé de los caminos por donde anda tu corazón, conozco su palpitar como si fuese el mio. Por eso sé que si algun dia llegaras a ver la postal te ronocerias a ti mismo, frente a la inmensidad del oceano, bajo la luminosidad del sol y entre tus brazos, a la mujer que soñó con detener ese momento y hacerlo eterno.
2004
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