sábado, 8 de enero de 2005

Cartas

Llueve. Hace frío. No pienso salir de casa hoy. Me quedaré en pijamas y tomaré café todo el día. Mi nuevo apartamento sigue sin amueblar. Mi computador descansa sobre una silla, mis ventanas están desnudas, mis paredes en blanco y mis libros dormidos en un cajón.

Estaba leyendo la edición de Diciembre de la revista The Sun. Me encanta esta revista porque al leerla percibo la sensibilidad que mucha gente ha perdido con el trajin de los días -y no me excluyo de este grupo-. Me gusta leer las cartas de los lectores, saber un poco más sobre las vidas de personas que desconozco, vivir sus experiencias aunque sólo sea con la imaginación. Siempre quiero enviar una carta pero en el momento de pensar en el tópico propuesto por la revista, nunca encuentro que decir. Será que no he vivido lo suficiente?

Cartas. Este era el tema en la última edición del 2004. He conservado cada carta que he recibido en mi vida. No las tengo conmigo en este instante; están en mi casa en Santiago. Las únicas cartas que traje conmigo a Nueva York son aquellas que me envió la persona más especial de mi vida en ese entonces. No sé cuantas veces leí las pocas notas o emails que me envió.

Ya nadie escribe cartas. El correo electrónico ha reemplazado la intimidad de una carta escrita a mano. Hay algo mágico en el escribir con una pluma. Lo escrito, escrito está y dificilmente uno vuelve atrás para comenzar de nuevo al sentir que no expresó lo que quiso en la manera debido o preferida. Se puede reiniciar una carta pero siempre queda huella de aquello que salió desde el corazón y que luego fue aniquilado por la racionalidad. Debo confesar que soy de aquellas que ya no sabe escribir a mano. Sigo escribiendo cartas (es el único modo en que puedo expresarme) pero me he rendido ante la tecnología.

Recuerdo un tiempo en que mi padre vivía en Nueva York mientras mi mamá, mis hermanos y yo vivíamos en Santiago. Siempre que alguien viajaba a República Dominicana el nos enviaba una carta. No una para toda la familia sino una para cada uno de nosotros. Entonces tenía como doce años, creo. Conservé cada carta por muchos años. Creo que al final sólo me quedé con algunas. Cada carta se parecía a la otra. Nada realmente especial; el hecho de escribirnos era especial en si. Siempre me decía que me portara bien, que ayudara a mi mamá con los quehaceres de la casa, que estudiara mucho, que cuidara a mis hermanos, que me extrañaba, que me amaba. No recuerdo que le contestaba. Seguramente no escribía nada muy personal ni le contaba sobre mis cosas más intimas. Siempre fui muy reservada con mis cosas, no sólo con él sino con mi mamá y mis amigos. No fue sino hasta hace poco que aprendí a hablar de mí, de mis vivencias y sentir. Eso lo aprendí de ese 'alguien' especial al que me referí anteriormente.

Hoy día siento más confianza al expresar lo que siento y pienso. Tal vez por eso no escribo tantas cartas. Recuerdo que en el bachillerato le escribia cartas a mi amiga Rosanna y ella igual correspondía. Las cartas eran extensas a pesar de estar en la misma aula, de vernos todos los días y de hablar por teléfono a menudo. En esas cartas contábamos lo que sentíamos por algun chico en el colegio, lo que sentíamos respecto a algo que nos había sucedido. Podíamos hacerlo personalmente pero había algo especial en la cartas. En ellas eramos libres. En ellas estaba basada nuestra amistad. Aún conservo cada carta. Después de mucho tiempo las volví a leer y me apenó tanto el hecho de que nuestra amistad no sea la misma, de que ya no seamos capaces de escribirnos y expresar el cariño que entonces sentíamos por cada una. Quizás no seamos las mismas amigas, quizás sólo hablemos de trivialidades cuando nos vemos pero, al menos quedan mis cartas. Ellas me acuerdan de quien fui, de quien eramos entonces cuando eramos más inocentes. Eramos adolescentes aprendiendo a vivir, deslumbradas por una mirada o una sonrisa. De no ser por esas cartas, esos momentos permanecerian en el olvido.

Por eso, vamos a escribir cartas, a decirle a alguien lo importante que es o simplemente digámosle hola, asi sea por medio del computador. No dejemos fenecer aquello que anteriormente mantuvo unido a familias, parejas y amigos a través de la distancia y el tiempo.

2 comentarios:

  1. Querida Joanne:

    ¿Qué tal estás? Me pareció muy bonito el post, muy sincero. Cuesta poco escribir una carta y enviarla; y además, quien la reciba seguro que lo agradecerá enormemente. La de cosas que se pueden escribir... Este tipo de comunicación no se debería perder nunca. ¿No crees?
    Escribe cartas, pero no dejes de postear en el blog.

    Tuyo siempre, Un tipo corriente

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  2. Tipo Corriente,

    Estoy bien, gracias. Gracias por leer mi post. Sucede que me encantan las cartas. Al leer los comentarios de los lectores de la revista senti nostalgia por aquel tiempo en que el escribir cartas era una parte importante de mi.

    Trataré de no dejar de escribir en mi blog. Aveces me distraigo entre el trabajo y otras cosas. Creo que mi blog se parece un poco a una carta. Escribo de mis cosas, no sé exactamente a quien, pero me siento bien al hacerlo. Es como el que lanza una carta al mar dentro de una botella sin saber quien la recibirá pero con la esperanza de que su voz sea escuchada.

    Gracias nuevamente,
    Joanne

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