jueves, 21 de julio de 2005

De Amores y Treguas


Acabo de terminar de leer "La Tregua", de Mario Benedetti. Tremendo libro. No pude evitar la sorpresa y claro, la tristeza. No quiero arruinarle el final para aquellos que no han leido el libro y, por tanto, no les diré el motivo de mi afflicción. Siempre me pasa lo mismo; me transporto al mundo del personaje y voy sintiendo su dolor, su alegria, su amor y hasta su odio. No pude evitar sentir lástima por Martin Santomé. Senti su pesar como si fuese mio.

En cierta forma nos parecmos, Martin y yo. Al igual que él, vivo questionando mi existencia, el tiempo y la forma en que lo utilizo, el amor que llevo dentro (si es que es amor). En fin, me la paso dudando, buscando aquello que me llene para luego darme cuenta de que, o es muy tarde, o eso que crei darme algo de alegria no fue más que invención mia. Cuenta la madre de Laura Avellaneda (amor de Martin en la novela), que,

"la verdadera felicidad, es un estado mucho menos angélico y hasta bastante menos agradable de lo que uno tiende a siempre a soñar. Ella dice que la gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada, nada más y que por haber creido que la felicidad era una permanente sensación de indefinible bienestar, de gozoso éxtasis, de festival perpetuo. No, dice ella, la felicidad es bastante menos [...] y es seguro que muchos esos presuntos desgraciados son en realidad felices, pero no se dan cuenta, no lo admiten..." (87).

Acaso seré yo una de esos “desgraciados”que tienen la felicidad de frente y la ignoran? Será que ando buscando ese estado de extasis, aquello que se siente en el estómago, aquello que se siente en los huesos al debilitarse con sólo ver unos ojos o escuchar una voz. Hace mucho que no siento ese pesar divino que trae consigo el amor, ese dolor que quiebra y al mismo tiempo fortalece. Sucede que me encuentro en una encrucijada y es precisamente ese “festival perpetuo” que ando buscando. Puede que Martin tenga razón al describir la felicidad como aquello que sintió al lado de Avellaneda en una tarde lluviosa:

"Me acerqué, yo también miré como llovia, no dijimos nada por un rato. De pronto tuve conciencia de que ese momento, de que esa rebanada de cotidianidad era el grado máximo de bienestar, era Dicha” (98).

Sin necesidad de palabras o gestos, Martin reconoció aquello que le bastaba para ser feliz: la existencia y compañia de Laura, nada más.

Benedetti me ha puesto a analizar aquello que tengo tan cerca y de lo cual espero tanto. De no conformarme con ello, tomo otro camino y sigo buscando? Quizás en verdad mi felicidad radica en aquello que no me llena, mas me hace sonreir y ofrece tranquilidad.-

PD: Gracias Gregorio Espinal por recomendarme este libro. Me ha encantado. Ojalá pudiera discutirlo contigo. Espero te encuentres bien.


Citas extraidas de:
Benedetti, Mario. La Tregua. Buenos Aires: Sudamericana, 2005.

1 comentario:

  1. Espero que si algun dia puedas decidir o ver si lo que tienes en frente sea tu felicidad me lo hagas saber, mientras seguire con la esperanza de yo lo sea, y te estare esperando te amo

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