Mi hermano, mi mamá y yo; Mi padre y yo.
Habrá mejor manera de retener un recuerdo que aquel momento detenido en una fotografia?
Pensaba en esa pregunta esta mañana mientras escuchaba a Amala contarme de la tristeza de su abuela debido a las lluvias torrenciales, o al Monsoon (monzón) que es parte de la tradición y vida en la India. Sucede que su abuela perdió practicamente todo. La casa que había sido construida por su abuelo (él murió en 1987) quedó inhundada bajo cinco pies de agua. Afortunadamente los vecinos, sabiendo que la señora vive sola, fueron a rescatarla y la llevaron a dormir en su casa. La cama de la abuela de Amala flotaba junto a las demás piezas de la casa. Las puertas de madera, hechas por su esposo, quedaron inservibles y al igual que los muebles. Al día siguiente la señora regresó a su casa en compañia de una de sus hijas. Todo estaba destruido. Lo primero que ella quiso salver (o lo primero en que pensó) fue su acta de matrimonio. Aún siendo viuda, ese papel la unía a su esposo, era recuerdo de inicio de su vida juntos. Lamentablemente no encontró el documento y, entre sollozos y con la promesa de volver por parte de su hija, la señora se marchó. Mas, no se marchó sola. En su mano llevaba una foto de su esposo que al parecer había sobrevivido el desastre.
Soy de las personas que nacieron para vivir de recuerdos, para querer retener cada momento, sea con mi cámera o un diario. No tengo fotos de mi tiempo en el bachillerato ya que no tenía cámara y tampoco con qué comprarla. Fue una de las etapas más bonitas de mi vida y me siento feliz de haber plasmado parte de ella en mis diarios. Hoy día trato de retratar cada momento que me provoca una sonrisa, casa reunión con mis amigos y familia. Y es que me encanta mirar hacia atrás, reirme al ver una foto y recordar alguna locura, alguna conversación que, aún silente en una imagen, queda guardada en ese instante estático y eterno.
Ese amor u obstinación con el pasado es lo que me hizo traer de Santiago las fotos de mi infancia. Mi mamá me regaló el albúm porque sabía lo mucho que esas fotos significan para mi y el cuidado que con ellas tendria. Mirando las fotos, realmente no puedo hacer conexión con recuerdo alguno ya que estaba muy pequeña; sin embargo, me traen tranquildad, felicidad de saber que tuve una niñez llena de amor y alegria. En ellas veo el amor de mi mamá, la ñoñeria de mi papá conmigo, la unión de la familia de mi madre y lo poco que ha cambiado el matrimonio de mis padres. Habrán cambiado su forma de vestir y su peinado, pero el amor entre ambos sigue igual, quizás más fuerte.
Comprendo el dolor de la abuela de Amala. No sé qué haria si perdería mis fotos, mis libros, mi música, mis cartas y mis diarios. En ellos está Joanne. En esas cosas materiales, tangibles y quizás de poca importancia para muchos, está mi presente, mi pasado y, ¿por qué no?, mi futuro. Ellos me acompañan y son un constante de la persona que soy y que no debo cambiar. Ellos reflejan mis sonrisas y tristezas, mis días de lluvia y de sol.
Pensaba en esa pregunta esta mañana mientras escuchaba a Amala contarme de la tristeza de su abuela debido a las lluvias torrenciales, o al Monsoon (monzón) que es parte de la tradición y vida en la India. Sucede que su abuela perdió practicamente todo. La casa que había sido construida por su abuelo (él murió en 1987) quedó inhundada bajo cinco pies de agua. Afortunadamente los vecinos, sabiendo que la señora vive sola, fueron a rescatarla y la llevaron a dormir en su casa. La cama de la abuela de Amala flotaba junto a las demás piezas de la casa. Las puertas de madera, hechas por su esposo, quedaron inservibles y al igual que los muebles. Al día siguiente la señora regresó a su casa en compañia de una de sus hijas. Todo estaba destruido. Lo primero que ella quiso salver (o lo primero en que pensó) fue su acta de matrimonio. Aún siendo viuda, ese papel la unía a su esposo, era recuerdo de inicio de su vida juntos. Lamentablemente no encontró el documento y, entre sollozos y con la promesa de volver por parte de su hija, la señora se marchó. Mas, no se marchó sola. En su mano llevaba una foto de su esposo que al parecer había sobrevivido el desastre.
Soy de las personas que nacieron para vivir de recuerdos, para querer retener cada momento, sea con mi cámera o un diario. No tengo fotos de mi tiempo en el bachillerato ya que no tenía cámara y tampoco con qué comprarla. Fue una de las etapas más bonitas de mi vida y me siento feliz de haber plasmado parte de ella en mis diarios. Hoy día trato de retratar cada momento que me provoca una sonrisa, casa reunión con mis amigos y familia. Y es que me encanta mirar hacia atrás, reirme al ver una foto y recordar alguna locura, alguna conversación que, aún silente en una imagen, queda guardada en ese instante estático y eterno.
Ese amor u obstinación con el pasado es lo que me hizo traer de Santiago las fotos de mi infancia. Mi mamá me regaló el albúm porque sabía lo mucho que esas fotos significan para mi y el cuidado que con ellas tendria. Mirando las fotos, realmente no puedo hacer conexión con recuerdo alguno ya que estaba muy pequeña; sin embargo, me traen tranquildad, felicidad de saber que tuve una niñez llena de amor y alegria. En ellas veo el amor de mi mamá, la ñoñeria de mi papá conmigo, la unión de la familia de mi madre y lo poco que ha cambiado el matrimonio de mis padres. Habrán cambiado su forma de vestir y su peinado, pero el amor entre ambos sigue igual, quizás más fuerte.
Comprendo el dolor de la abuela de Amala. No sé qué haria si perdería mis fotos, mis libros, mi música, mis cartas y mis diarios. En ellos está Joanne. En esas cosas materiales, tangibles y quizás de poca importancia para muchos, está mi presente, mi pasado y, ¿por qué no?, mi futuro. Ellos me acompañan y son un constante de la persona que soy y que no debo cambiar. Ellos reflejan mis sonrisas y tristezas, mis días de lluvia y de sol.
Joanne:
ResponderEliminarMe gustó mucho este post. Muy bonito.
Yo, contrario a ti, no conservo ni una sola foto de mi niñez o mi adolescencia. No puedo enseñarles a mis amigos o mi pareja que yo era rubia de pequeña o que mi mirada huía siempre del ojo de la cámara.
No conservo un diario, una carta o una tarjeta de felicitación por mi cumpleaños. Me deshice de todo lo que forma parte de mi historia y de mi pasado, y ahora no puedo reírme o llorar leyendo una carta de amor o viendo mi imagen junto a mi padre en mi tercer cumpleaños.
Quizás se deba a mi desapego por muchas cosas materiales, a la ausencia de un espíritu coleccionista o simplemente a que me he proyectado como una flecha hacia el futuro, olvidándome de lo hermoso que puede ser recordar sin dolor el pasado.
Hace un tiempo me di cuenta de que es bonito tener recuerdos y cosas que evoquen una historia, una anécdota, un olor... una persona. Por eso he puesto en toda mi casa fotos de mi familia y algunas mías. Lo curioso es que las pocas fotos que tengo las conservo en un álbum que me regalaste tú, un 30 de agosto, para mi cumpleaños.
Abrazos,
Ro
Joanne,
ResponderEliminarQue bueno tenerte nuevamente en esta gran vecindad. Yo tambien guardo muchas cosas del pasado, fotos, cartas, por suerte tengo como esposa una persona
madura y que no le molesta en lo absoluto que yo tenga conmigo fotos de mis amigas y exnovias. Yo pienso que el texto visual y escrito pertenece a la historia y por tanto hay que conservarlos lo mas que se pueda. Muy bonitas tus fotos, tus papas lucian muy bien la moda de ese entonces.
Un abrazo,
Junior Cruz
Rosa,
ResponderEliminarjaja, es curioso si lo de ese albúm. Ni me acordaba de él. Me alegra saber que lo conserves aún y que te sirva para guardar esas fotos especiales. Quizás, sin saberlo, en ese entonces trataba de contagiarte un poco de mi afán por coleccionar cosas que inspiran algún recuerdo o sonrisa.
Me alegra saber que has cambiado un poco ese hábito de lanzar todo al olvido. Algún dia tendrás hijos y estoy segura de que ellos querrán saber como era su madre, qué pensaba, cómo sonreia, etc. O talvez simplemente quieras reirte un poco contigo misma o con tu pareja al ver fotos, tarjetas o cartas. Gracias por estar siempre presente.
Un abrazo,
Joanne
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Junior,
Caramba, cuánto tiempo, eh? Si supieras que esta mañana me acordé de ti.
De acuerdo contigo en que hay que conservar los recuerdos. De esta forma podremos mirar hacia atrás y ver cuánto hemos cambiado o madurado, cuanto hemos logrado y cuán felices o conformes estamos con ello. Gracias por visitarme.
Abrazos desde aqui,
Joanne