sábado, 28 de julio de 2007
martes, 24 de julio de 2007
Todo va estar bien
Faltan dos meses y unos días para mi boda cuando deberían faltar casi cuatro. Hemos cambiado la fecha de la boda y ahora resulta que tengo menos tiempo para prepararla. Ni siquiera tengo un vestido y ahora mismo lo que menos deseo es visitar tiendas y probarme trajes de novia. Incluso, tengo deseos de cancelar todo y olvidarlo por completo. Ya cuando decidí tomar esto en serio y hacer una lista de las cosas por hacer de repente se cambiaron los planes y mis ilusiones se fueron a pique. Ahora lo que tengo es una lista de problemas por resolver y un futuro que me causa más miedo que otra cosa.
Debido a la nueva fecha algunos familiares y amigos no podrán asistir. Esta mañana pensaba en los invitados y resulta que sólo una cuarta parte estará conformada por mi gente, los demás son familiares y amigos de mi novio, vecinos y amigos de mis padres. Dudo que muchos de ellos aun formen parte de mi vida en diez años. Y entonces, ¿para qué una boda? Ahora mismo lo veo como un compromiso con mi familia y mis amigos, gente quien ya le había informado de la boda. Sí, también un compromiso conmigo misma.
Pensarán que soy la novia más extraña y que si lo que quiero es no hacer nada, entonces no debería. Sería muy fácil ir ante el juez civil cualquier mañana de estas en que amanezca con el pie izquierdo como hoy pero, lamentablemente, por más fuerte que quiera aparentar, el compromiso con mis padres es más fuerte que yo. No podría hacerles eso por que no soporto la idea de que ellos se encuentren tristes por mi culpa. Que es mi vida y hago con ella lo que quiero, cierto; pero toda mi vida he sido débil con ellos y por lo tanto he tratado de vivir una vida que los enorgullezca y que jamás los defraude. Por ellos tengo que mantener una sonrisa y ser la mujer feliz y afortunada que ellos quieren que sea. Sé que en el fondo lo soy ya que tengo un compañero que me ama y me ha hecho el centro de su vida, por ello estoy agradecida. Aún así, hoy quiero estar triste, hoy quiero llorar. Hoy no quiero escuchar que todo va estar bien.
domingo, 15 de julio de 2007
Nueva York es una ciudad de soledades
soledades infinitas, universales, inoportunas.
Ubicuas y visibles en cada mirada,
están en los taxis amarillos cuando llueve,
bajo las luces fluorescentes de los trenes
que disfrazan la noche y el día,
en las esquinas,
cuando enfilados para el café,
azota el frío y se ansía un abrazo.
Ellas habitan en la oscuridad de túneles y cloacas,
navegan en silencio las profundidades
del Hudson y el metro
y desde allí acometen a la ciudad.
Como quimeras,
observan desde lo alto
el asfalto abriendo camino entre muros,
isla perdida entre acero y concreto,
seres invisibles entre la multitud.
En tanto, caminamos sin miedo a estar solos,
cuando en el fondo lo estamos
(negarlo es una forma de subsistir);
basta el extraño roce,
el silencio y desdén que nos convierte en sombras,
figurillas de carteles y guías turísticas
que incitan a ser parte de ésta urbe
donde la soledad es raíz, sangre y núcleo
que moldea la vida a su antojo,
la vuelve minúscula,
insignificante;
y mientras nos seduce con luces y ruidos estridentes,
el vacío se acomoda en las entrañas
y se hace una cama.
jueves, 12 de julio de 2007
Días dispares
Hay días en que nada duele, en que sonríes sin motivo alguno, en que te da por cantar, por escuchar canciones de rock y tocar tu guitarra imaginaria; días en que quieres aceptar la invitación de la lluvia, bailar en ella y sentirte renacer con cada minuto que pasa, vivir cada segundo como si acabases de despertar de un largo sueño en el cual perdiste la memoria y sólo sabes del hoy, del ahora.
12 de julio de 2006
Hay días – IV
12 de julio de 2007
miércoles, 11 de julio de 2007
La lluvia y yo
Mayo 2007
sábado, 7 de julio de 2007
Una voz, un poema
Aquí el poema:
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miércoles, 4 de julio de 2007
Blog de la Semana
¡Gracias!
¿Autor o Anonimato?
¿Será que tengo publicar un libro para que mi voz sea escuchada? ¿Para que me pongan el título de escritora, lo merezca o no? Anoche recibí un mensaje donde invitan a escritores a someter poemas a fin de ser incluidos en una antología, en caso de ser seleccionados. Muy bien. Me pareció buena la idea de dar a conocer y publicar el trabajo de mis compueblanos. Pero al llegar a la oración que dice: “No se tomarán en cuenta los trabajos de aquellas autoras y autores que no hayan publicado un primer libro”, inmediatamente cerré el correo y como ven, es el día siguiente y todavía tengo estas líneas en la cabeza. Obviamente, me afectó.
Sé que no soy nadie para opinar por que, claro, no he publicado un libro y por lo tanto no se me puede considerar autora, pero no por eso dejo de tener voz ni de crear, del mismo modo en que hacen “ellos”. Tal vez mis trabajos no tengan la calidad que “ellos” requieran pero al mismo tiempo, ¿quiénes son para juzgarme? ¿Acaso el publicar un libro te hace mejor escritor(a)?
Esta pregunta me la hice a mi misma hace meses cuando participé en una feria que se hizo aquí, en NY. Digo participé por que ayudé en lo que pude con su organización y también asistí a varias de sus actividades. En ese momento, por primera vez, descubrí mi posición ante aquellos que han publicado un libro, sea bueno o no, sea publicado por ellos mismos o una tercera persona o entidad. Me alegró sobremanera saber que en esta cuidad hay muchas mujeres dominicanas que escriben y se esfuerzan por hacer buen trabajo y eso me llena de orgullo. Sin embargo, me di cuenta de que hay personas en este medio que te juzgan por la cantidad de libros publicados, no por la calidad de tu trabajo o esfuerzo; personas que antes de leer tus textos preguntan si has publicado. En caso de una negativa, inmediatamente te descalifican y pasan al próximo, sin ni siquiera darte la oportunidad de exponer o defender tu trabajo.
Sé que aún no me merezco el calificativo de escritora y por esa misma razón es que no he decidido publicar nada (ya que de querer hacerlo podría, sólo es cuestión de buscar el dinero), y es que siento que el momento en que decida publicar algo por mi misma deberá ser algo de calidad, algo de lo cual yo me sienta orgullosa y con lo cual me sienta satisfecha. Amén si alguien está orgulloso de su trabajo y decide que quiere publicarlo. Apoyo a quienes lo hagan y los felicito ya que hay que estar muy seguro de si mismos y de su trabajo para hacerlo, además de no que no es tarea fácil producir una obra. Lo que me molesta es que se menosprecie a quienes, ya sea por falta de recursos u oportunidad, no hayan podido publicar una obra. Sé de muchos jóvenes con gran talento y cuyos trabajos aún son inéditos. Pero no por esto debemos cerrarle las puertas, al contrario, debemos apoyarlos para que sigan produciendo trabajos de calidad que representa a nuestra juventud, a nuestro talento.
Un caso interesante y que conozco bien es el de Gregorio Espinal (perdona Gregorio por mencionarte). Desde que conocí a Gregorio inmediatamente me di cuenta de su talento, capacidad y madurez para crear textos de peso. Era más joven que yo pero en cuanto a poesía y cuentos se refiere, él me llevaba muchos años y experiencia (yo apenas me estaba introduciendo en el medio). Él había participado, con gran éxito, en varios concursos locales; sin embargo, no fue sino hasta el año pasado, cuando ganó el concurso de jóvenes en la Feria del Libro que se convirtió en “autor”. ¿Acaso es ahora cuando se le debe considerar como escritor cuando lleva años en ese oficio? ¿Qué decir del tiempo en que lleva escribiendo y de su dedicación a la literatura?
Comprendo muy bien el punto de vista de quienes enviaron el mensaje sobre la antología así como otros que me han preguntado por un libro. Un libro es muestra de la pluma del escritor, es un punto de referencia, es algo palpable que representa la capacidad de su creador, es un pasaporte en el mundo de las letras. Tal vez para algunos sea difícil incluir a un “anónimo” dentro de una antología, alguien que, según sus criterios, no exista. Respeto el pensamiento ajeno y el modo de actuar de cada quien y por lo tanto acepto dicha posición como válida. Sin embargo, no podía callar.
Podría pasarme toda la mañana hablando del tema pero no, ya basta. Mi intención no es quejarme, ni denunciar a nadie o pasar por una mujer frustrada cuyo trabajo no ha sido publicado (sé que muchos pensarán que éste es mi caso). Estoy clara en lo que quiero y tengo la certeza de que todavía me falta por aprender, textos por escribir y la disciplina necesaria para no sólo decirme a publicar sino también para poder justificar mi responsabilidad y papel de escritora una vez lo haga. Aún no es mi momento.
Quería desahogarme y ahí está, lo hice.