viernes, 31 de marzo de 2006

Al llegar la primavera...

Ya se siente la llegada de la primavera: se ve el verde en los árboles; unos cuantos tulipanes en el parque; gente en pantalones cortos y flip flops; Washington Square lleno de ruido; cafés con sillas y mesas en las aceras; vitrinas pintadas de colores pasteles; chicas en bikini soleándose en Central Park; niños jugando en las cajas de arena; el silencio de la oficina a las cinco de la tarde.

martes, 28 de marzo de 2006

Despojos

La aurora se negó a salvarla
de la noche y sus garras.
Prefirió aliarse
y terminar de arrancarle el alma,
sacudir la poca esperanza
que en ella aguardaba
el corazón.

De ella quedaron los despojos,
vísceras dejadas al sol,
alimento de hormigas y ratas
que han de beber la sangre
rancia,
vieja y cuajada
como las algas milenarias
que envuelven los arrecifes
y tiñen de negro el mar.

lunes, 27 de marzo de 2006

Rocío

Acabo de enterarme de la muerte de Rocio Durcal. Murió ayer, sábado, a causa de cáncer. Tenía 61 años de edad.

Cómo admiraba la ternura y fragilidad de su voz. Con ella canté muchas rancheras en mi época de quinceañera cuando vivía las canciones de Juan Gabriel. "Tu eres la tristeza mis ojos, que lloran en silencio por tu amor. Me miro en el espejo y veo en mi rostro, el tiempo que he sufrido por tu adiós..." Me encantaba el dúo de Gabriel y la Durcal: "Déjame vivir, porque no me comprendes que tu y yo no, no, no tenemos ya mas nada que decirnos sólo adiós..." No puedo evitar el cantar sus canciones. Como me encanta la tristeza de "La gata bajo la lluvia"; es como para cortarse las venas. Ahora que la recuerdo sus canciones marchan una tras otra en mi mente, (jamás, me cansaré de ti, jamás te dejaré de amar, te amo tanto corazón y bien lo sabes tu mi amor...). Hay personas que forma parte de tu vida y que al recordarlos, logras trasladarte a lugares y momentos que, de no ser por ellos, quedarían enterrados en los confínes de la memoria. La voz de Rocío me lleva a mi habitación en Santiago: mi santuario, mi refugio, el único lugar que he celado en mi vida. Mi habitación vivía bajo llave, como si en él guardara algún tesoro que necesitaba estar lejos de ojos ajenos; bueno, en verdad las pocas cosas que poseía eran mis tesoros: mis diarios, mis cartas, mis muñecas, mi viejo radio con el que escuchaba la cinta de canciones de Rocío, la mayoría escritas por Juanga. Esa cinta pertenecía a mi papá; quizás fue grabada por él o algún amigo suyo cuando yo era niña. Esa cinta fue de las cosas que recogía del pasado de mis padres para luego quedarme con ellas. Con mi radio transcribía a un cuaderno amarillo cada canción; pause, play, pause, play... en eso me pasaba horas y horas. Así me aprendí sus baladas y rancheras. Cómo me gustaría volver a cantar tus canciones Rocío, cantarlas bajo la tranquilidad de una noche caribeña acompañada de la música de los grillos y cucuyos.

Gracias Rocío por tus canciones, por tu voz y alegría. Que descanses en paz.

domingo, 26 de marzo de 2006

Fútil

Mientras caminaba esta tarde por la quinta me encontré con estos tulipanes en el suelo. Me vi a mi misma en ellos...

Ansiedad y tristeza

La voz de Norah Jones, la luz tenue de las velas y una copa de vino tinto. Ello bastó para calmar la ansiedad con que pasé el día de hoy. He querido llorar, mas no he podido. Pasé unas horas en el MOMA y luego caminando por la Quinta Avenida. Caminé hasta el parque y al llegar me devolví; hacía mucho frío para sentarme en un banco a leer. No sabía donde ir. Tomé el tren hasta Union Square, entré a Pier1 para comprar las velas que necesitaba y caminé otro poco. Me sentía desorientada, perdida... nada importaba. Lo peor de todo es que no puedo buscar culpables; nadie tiene la culpa de mi ansiedad y tristeza, sólo yo.

sábado, 25 de marzo de 2006

Anakena

En estos días descubrí un vino exquisito. Andaba en búsqueda de una botella para la reunión con mis compañeros de clase y, como andaba de prisa, decidí comprar uno que ya conocía y que me gusta: Yellow Tail(Australiano, bueno y barato). Le pregunté a uno de los vendedores dónde se econtraba los shiraz y me dirigió a ello, no sin preguntar porqué compraba dicho vino.

“Lo probé una vez y me gustó”, le dije.
“Veo que andas preparada”, dijo mientras miró el sobre manila que había tomado de la oficina para poner en él los vasos plásticos.
“Si, voy a reunirme con un grupo de amigos”.
“Y porque no compras algo más interesante”.
“Como que?”
“Te gustan los vinos chilenos?”
“Me encantan los vinos chilenos!"

De repente recordé el Supermercado Nacional donde compraba los vinos en Santiago. Siempre me decidía por un vino chileno. Para comprar una botella de vino en Nueva York hay que ir a una licorería, un Wines and Spirits, como suelen llamarle. Siempre me pareció algo ridículo, ese afán por evitar que los menores de edad tengan alcance al alcohol. Quizás por eso es que esperan con tanta ansiedad el cumplir los veintiún años.

En Santiago el alcohol está al alcance de todos y nunca ha sido un problema (al menos eso me parece). Siempre he pensado que lo prohibido es lo que más se desea. Aqui los jóvenes lo consideran todo un evento el poder tomarse una cerveza o un vaso de whisky. Recuerdo un estudiante que trabajaba conmigo exagerando las andanzas con sus amigos y llenándose la boca al decir que se tomó cuatro o cinco cervezas.... por dios, qué ridículo decía dentro de mi. Pero asi es, en esta cuidad hay que tener edad para ciertas cosas y para otras, sin embargo, la edad no importa: el tener sexo, ser irrespetuoso con los padres, mudarse con amigos o extaños a temprana edad, ir a la guerra; para ello la edad no importa. Hay que dejar que sean libres e independientes, dejar que sus mentes absorban toda información posible, que encontruen su propia identidad, etc. En parte estoy de acuerdo con todo ello pero a veces me dejo llevar por esa parte de mi que es algo anticuada y que cree que todo debe tener sus límites, asi con el alcohol. Si dejaran a los jóvenes probar de vez en cuando un poco de alcohol, quizás se acostumbren a verlo como algo normal y no abusarían al momento de tener acceso a él. Y es que un poco de vino no hace daño. Mi madre siempre me dejó probar, en ocasiones especiales como navidad, un poco de vino tinto o ponche.

Despúes del repetino vuelo hacia el baúl de los recuerdos, me encontré frente al área de vinos chilenos de la tienda. El vendedor buscaba uno en específico: "Anakena", Merlot, Reserva, 2001. No lo conocía. No sé si es cierto eso que me dijo el vendedor: que a los americanos les gusta el vino con sabor a frutas (eso me dijo cuando le pregunté por el shiraz) pero tenía toda la razón al decir que este vino es exquisito. Lamenté el comprar una sóla botella. El pensar en él me hace agua la boca. Se los recomiendo.

Sábado

No recuerdo la última vez que me levanté a las ocho de la mañana un sábado. Me gusta la tranquilidad que se percibe ahora mismo en mi apartamento. Lo único que se escucha son las tórtolas y otras aves que rondan cerca de mi ventana. Esta mañano no sentí el sol en mi rostro. Parece que hoy estará nublado todo el día, quizás llueva. Esta semana he estado algo extraña; no he sido yo. Un día estaba de buen humor, otro estaba que no tenía deseos de peinarme, de ir a trabajar o ver a nadie. No sé si es el hastío que siento por mi trabajo o las hormonas que están locas. Debe ser la primera. Pero prefiero no hablar de ello; el sólo pensar en la oficina me enoja y no debería emitir tanta energía negativa, no un sábado; eso hay que dejárselo a lunes.

Demasiado dulce mi café. Me he acostumbrado al café americano: mucha azúcar y leche y un poco de café que es más agua que otra cosa. La cafeína ya no me hace nada. Tomo café cuatro o cinco veces al día para poder mantenerme en pie y es como si no tomara nada. Ultimante camino entre sueños, me siento en el trén y desde que leo dos páginas de algo, cedo ante el inevitable sueño. Luego, poco antes de mi parada, me despierto malhumorada ya que no quería dormir, quería leer. Tendré que buscar otra cosa para sustituir el café. Tal vez es el café de la oficina que no es lo suficientemente fuerte.

Pero bien, volviendo a sábado, no sé realmente que haga hoy. Ahora mismo debo ponerme a trabajar en un “diario de sueños” que nos asignó la profesora. La tarea es la siguiente: pensar en qué queremos soñar antes de acostarnos a dormir, concentrarnos en la idea de que sí vamos a soñar algo y al despertar, debemos escribir lo que nos soñamos. Esto debemos hacerlo por una semana y luego llevarlo a la clase. El fin de esta tarea: ser creativo, escribir, qué se yo. Ella siempre con sus extrañas ideas.

La primera noche no me soñe nada. Por más que me imaginé en una playa (es lo que me produce más tranquilidad) no pude dejar de pensar en la oficina y en lo mal que me siento en ella. Con esto sólo logré amanecer con una depresión y tristeza enorme. Desperté con ganas de llorar y sin deseos de ir a trabajar; asi pasé el día. Lamentablemente soy de las personas que con dificultad esconden sus emociones; si estoy enojada, se me nota en la mirada, en los gestos, en el silencio y en las palabras; igual sucede si estoy contenta. Logré reír en dos ocasiones gracias a un amigo que me llamó y, al notar mi estado de ánimo, me mandó una foto muy cómica de él mismo. Una compañera de trabajo quiso hacerme sonreír y me envió por email una tarjeta en español, con buenos deseos deseándome un feliz cumpleaño. No, no era mi cumpleaño y ella tampoco habla español; la tarjeta simplemente le pareció bonita y me la envió esperando que de alguna manera me hiciera sonreir. Cómo evitarlo?

Volviendo al día de hoy (cómo me distraigo, no?), bueno, en realidad no había terminado el cuento del sueño; sucede que la segunda noche tampoco me soñé nada. Ni siquiera pensé en ello. Anoche (y no por que me concentré en ello antes de dormir) tuve un sueño muy extraño, o mejor dicho, varias historias entrelazados en uno solo sueño. Para no hacer el cuento muy largo, en parte del sueño estuve en mi uniforme de colegio, falta y chaleco amarillo con blusa blanca, esperando un “concho” (transporte público de mi país) y terminé en un aula llena de jóvenes, desconocidos y mucho menor que yo, dándo instrucciones de cómo maquillarse, usando varios estudiantes como modelos (entre ellos mi hermano menor) y por alguna razón Gweneth Paltrow apareció envuelta en una toalla lista para su “make-over”. Ya al final, me encuentro en una playa de Miami rodeada de mucha gente, algunos conocidos. Pasaron muchas cosas en este largo sueño, cosas que dejaré para mi tarea ya que mucho de lo que estoy escribiendo no tiene ni son ni ton.

Volviendo a sábado, tengo que esperar al plomero que viene a arreglar algo en mi apartamento; en la tarde debo ir a un cumpleaño (mis compromisos no tienen fin) y en la noche tal vez me junte con mi amiga a celebrar otro cumpleaño. Creo que será un buen día. No quiero seguir molesta por cosas como mi trabajo. Total, es sólo un trabajo, una obligación que debo cumplir para poder pagar la “renta”, los estados de cuenta y la universidad. Debo tener paciencia. Ya llegará el día en que pueda trabajar en algo que me llene y me haga sentir satisfecha conmigo misma.

Ahora, a comenzar mi sábado.

domingo, 19 de marzo de 2006

En Washington Place

Te esperaré en la esquina
de Washington Place,
lado este del parque,
con las manos enterradas
en los bolsillos
y el frío penetrando
lentamente
por los pies adormecidos.
No importa
que el viento reseque mis manos,
que haga de mi aliento
señales de humo.
Te esperaré junto a las ardillas
y palomas,
con la paciencia en que
aguardan el estío
y sobreviven
la crudeza del invierno.
Te esperaré en silencio
atenta a tus pasos
a tus ojos entre al multitud.
Si tardas culparemos al metro
a la oficina o el mismo frío;
pero ven,
ven pronto
pues se han helado mis lágrimas
y temo
que igual suceda
con el corazón.

sábado, 18 de marzo de 2006

"Verde que te quiero verde"

Para animarme un poco, hoy pinté de verde una pared de mi apartamento. Justo lo que necesitaba para salir del estado en que me encontraba esta mañana. Mi apartamento ha tomado nueva vida. Precisamente eso representa para mí el color verde: vida. Lo verde también es para mi juventud, aire fresco, alegría, serenidad y paz.

En una cuidad como Nueva York que se torna gris durante el invierno, la primera señal de algo verde me hace suspirar, me provoca una sonrisa ya que ello significa la llegada de la primavera. El sábado pasado fui a caminar a Central Park y noté que en algunas partes la grama había crecido y estaba verde, tan verde como las manzanas que pocas veces se me antoja comer, tan verde como mi pared. Aqui una foto que tomé ese día:

No sé desde cuando me gusta el verde. Siendo adolescente mi color preferido era el negro. De repente un día me dio por gustarme el verde y desde entonces me he quedado con el. Mis cortinas son verdes, una vez tuve lentes de contacto verdes, los cojines de mi mueble y la alfombra del comedor son verde. La pijama que llevo puesta en este momento también es verde.

No me gusta el verde en la comida pero si en un mojito o un apple martini.

Verde también son las palmas de mi país, las algas que detesto en la orilla de sus playas, la mata de mango de mi casa, la cotorra que tuvimos por más de diez años y que el año pasado se nos escapó. Verde son los limones que usa mi papá para su té, las paredes de mi habitación en Santiago, mi mata de gardenia, el recuerdo que tengo de Paris.

Verde son mis sueños, mis esperanzas, mis alegrías.

Hice bien al pintar mi pared.

Comfortably numb

Escribir, no escribir... no sé que me pasa pero esta semana no he tenido deseos de nada. Estoy como dice la canción de Pink Floyd, "Comfortably Numb". Estoy que ni siento ni padezco; no estoy contenta, ni triste... nada. Esta semana pudo haber sido muy productiva ya que mi jefé estaba de viaje y no tenía tanto trabajo, sin embargo, estaba como estancada, clavada a la silla en mi oficina sin poder escribir o leer. Ni siquiera hice el poco trabajo que tenía pendiente. Todo se ha acumulado para el lunes. No sé si será la monotonía de los días o el ambiente en mi trabajo que ultimamente está insoportable. No puedo hecharle la culpa al clima ya que tuvimos buen invierno. Los días han estado soleados aunque un poco frío. Necesito irme lejos por un tiempo; desaparecer por unos días y olvidarlo todo para luego regresar con nuevos bríos. Hace mucho que quiero ir a Seattle. Si, sé que en esa cuidad llueve gran parte del año y ahora mismo debe estar haciendo un tremendo frío pero el hecho de llover tanto me hace pensar que es una cuidad muy triste y eso le de belleza, al menos para mis ojos. Me gustaría ir por una semana, caminar bajo la lluvia hasta llegar a un café con vista a la bahía y tomarme un café caliente, sola. Tengo que ir a Seattle; no sé como ya que por el trabajo se me complica pero quiero ir. Todo por la pelicula "Sleepless in Seattle". Desde que la vi me antojé por visitar esa cuidad puesto que siento que en una cuidad asi de triste podría inspirarme a escribir un par de poemas, a leer y reflexionar sobre esta vida que ahora me parece algo vacía.

Creo que me quedaré en casa hoy. Talvez me hará bien ya que con todos los compromisos que he tenido ultimamamente no he podido disfrutar del silencio de mi apartamento. A veces, el tener un día completo solo para mí me hace feliz.

lunes, 13 de marzo de 2006

Dilema

Mi eterno dilema: el vivir dividida entre dos idiomas. El pasado miercoles tuve una reunión con mi profesora y compañeros de clase para discutir los escritos de cada quien y conocernos un poco mejor. No tenía nada interesante para leerle a los demás ya que lo poco que escribo lo hago en español. Tuve que traducir un par de poemas el día antes y no quedé satisfecha con ellos. En inglés los poemas me parecieron cursi, agrios y tontos. Quiero escribir pero vivo en un país donde predomina un idioma que, aunque manejo bien en el trabajo, la escuela y en conversaciones, a la hora de escribir se me hace algo dificil y tedioso. No sé que hacer. No sé si debo tratar de escribir en inglés, tomar el tiempo para practicarlo o olvidarme completamente de él y mejorar el español ya que ahora resulta que se me está olvidando. Talvez deba escribir en inglés y luego traducir al español (es más dificil para mí traducir de español a inglés); o quizás es conveniente dividir mi tiempo entre ambos idiomas. Hoy día mi vocabulario se va confundiendo con el spanglish. Aveces quiero decir algo en español y las palabras se me escapan y luego termino diciendo alguna locura. Cómo aprender bien un idioma mientras se trata de mantener otro? Si alguien tiene la solución, déjenme saber porfavor.

jueves, 9 de marzo de 2006

Rosas







domingo, 5 de marzo de 2006

Crash (Colisión)

Crash acaba de ganar el Oscar por mejor película del año. Muy bien merecido este reconocimiento. Hace unos meses vi Crash y quise comentarla en el blog pero me dejó tan perpleja y afligida que me sentía incapaz de escribir sobre ella. No tenía palabras para describir las emociones que provocó en mi y lo aturdida que me dejó al reconocer que los hechos ocurridos en dicha película no son ficción ni cuentos de una cuidad imaginaria; son cosas que suceden hoy día en cualquier parte de este país o en mundo.

Crash cuenta la historia, o mejor dicho, varias historias de una serie de personajes de distintas culturas y niveles económicos entrelazados por dos sentimientos diferentes pero igual de fuertes: el racismo y el amor. Crash, que en español sería choque, es precisamente eso, el choque o encuentro entre personas que comparten una sociedad y al mismo tiempo se encuentran divididos en ella por su color, su origen étnico o posición económica. La fuerza de esta trama radica en que ella cuenta una realidad que muchos prefieren ocultar, esconder tras las libertades y derechos que promete estas tierras norteamericanas. Aveces uno recorre las calles de la cuidad de Nueva York sin notar la discriminación que existe en ella, o talvez es que preferimos ignorarla; pero al ver la película es inevitable aceptar que somos parte de las desigualdades, de los abusos, de la tristeza y frustación que muchas personas en este país padecen. Aunque la película se lleva a cabo en Los Angeles, las distintas historias que cuenta igual pueden encontrarse en Nueva York. Sólo basta con sentarse a escuchar las noticias locales.
No es sino hasta cuando decidimos tocar esa realidad, aceptarla y ser parte de ella que podemos sentir y comprender de alguna manera lo terrible que es. Hay una cita en esta película que me encanta y por la cual quise ver esta película al escucharla en el cine: “It's the sense of touch. In any real city, you walk, you know? You brush past people, people bump into you. In L.A., nobody touches you. We're always behind this metal and glass. I think we miss that touch so much, that we crash into each other, just so we can feel something.” Según esta cita, en las grandes cuidades uno pasa por el lado a la gente y nadie te toca o te habla. Hay una necesidad de roce, de acercamiento; tanto lo extrañamos que chocamos uno con otro solo para poder sentir algo.
No quiero contarles la película porque prefiero que la vean. Es una gran película, distinta a cualquier película que haya visto antes en mi vida. Su trama es fuerte pero real. Les encantará.
Para más información sobre la película visiten su página (en español): http://www.mangafilms.es/crash/

El Puerto

He aqui un texto de Charles Baudelaire que me gusta mucho. Hace poco lo volví a leer después de muchos años y me identifiqué con él; no solo porque igual creo en la tranquilidad que produce al alma la infinidad del cielo y el mar sino porque creo que el mismo sosiego y paz puede econtrarse en el día a día. Sólo es cuestión de apreciar lo que nos rodea, aprender de cada cada cosa que vemos o vivimos.

Al leer este texto me vi a mi misma recorriendo las calles de Nueva York, perdida en el vaivén de la gente y en el ruido provocado por el tránsito y la multitud. Me gusta observer a la gente e imaginar alguna historia, descifrar las miradas perdidas, adivinar si es verdadera su sonrisa o si esconde en ella un poco de tristeza. Y no es que esté falta de curiosidad o ambición, como señala Baudelaire, pero debo admitir que aveces contemplo las vidas ajenas en la cuidad solo para llenarme un poco de sus risas, para dar rienda suelta a mi imaginación, para soñar al ver una pareja darse un beso, para sentirme humana y viva con la inmensa variedad que ofrece la gente de esta gran cuidad. He aqui el texto:


El Puerto

“Un puerto es morada agradable para un alma fatigada de las luchas de la vida. La amplitud del cielo, la arquitectura móvil de las nubes, el colorido cambiante del mar, el centelleo de los faros, son un prisma adecuado y sorprendente para distraer los ojos sin agotarlos jamás. Las formas esbeltas de los navíos de aparejo complicado, a los que la marejada imprime oscilaciones armoniosas, sirven para conservar en el alma el gusto del ritmo y de la belleza. Y además, sobre todo, hay una suerte de placer misterioso y aristocrático para el que ya no tiene curiosidad ni ambición, en admirar, tumbado en la azotea o apoyado de codos en el muelle, todos los movimientos de los que se van y de los que regresan, de los que poseen aún fuerza para querer, deseo de viajar o de enriquecerse. "

Traducción tomada de EPLP

sábado, 4 de marzo de 2006

Autosuficiencia o terquedad?

Me considero una mujer independiente. No sé hasta que punto esto sea beneficioso o perjudicial para mi pero asi soy. No dependo de nadie economicamente, hago lo que quiero (siempre y cuando pueda), no me aterrra la soledad y cuando hay que pintar una pared, mover un mueble o clavar un clavo, me basto a mi misma para ello. Lo mismo pasa en la universidad y en el trabajo; siempre me empeño en hacer las cosas sin ayuda de otro. En ocasiones no pido ayuda por no molestar o simplemente porque soy una mujer terca que cree que puede hacerlo todo. Ahí se encuentra mi error. No puedo hacerlo todo. El ser humano siempre necesita de otro y aunque lo sé, siempre se me olvida y me comporto como si fuera una extraña en este mundo, sin familia o amigos. Mi mamá hace poco me sacó de un pequeño inconveniente, no porque yo solicitara su ayuda sino porque le hize un comentario a mi hermano (quien se ofreció a ayudarme pero yo insistí en que de alguna manera lo resolvería) y éste se lo contó a ella. Al otro día se apareció mi hermano en mi casa con la solución a mi problema. Tuve que callar cuando mi mamá luego me llamó para reclamarme el no haberla buscado.

Recuerdo que hace muchos años, cuando estudiaba derecho, un querido amigo igual me reclamó y me regaño por creer no necesitar a nadie. "Tu no estás sola. ¿Porqué eres tan terca? " me dijo, "No seas terca y pide ayuda a tus compañeros si no comprendes el material para tu examen. No se te va caer un pedazo por pedir ayuda". No pedí ayuda y tomé mi examen. No recuerdo si me fue bien o mal pero estoy segura que pude ahorrar mucho tiempo y esfuerzo con hacer una llamada.

Dudo que logre cambiar. Toda mi vida me he hecho la fuerte, la que es capaz de soportarlo todo y en parte ha sido asi. Le debo mi fortaleza a mi mamá. Sé que mi afán de ser una mujer independiente me seguirá causando problemas y liberándome de otros. No sé hasta donde me lleve esta terquedad. No creo que pueda traerme problemas y sinsabores peores de los que ya he padecido. Asi como he complicado mi vida por mi autosuficiencia e independencia he aprendido de mis errores y éstos a su vez me han hecho más fuerte. La cuidad de Nueva York no me asusta, de ella puedo esperar cualquier cosa sin sorprenderme o dejarme caer. Una nevada, un verano insoportable, las largas horas en el trén, su soledad, su rutina y su complejidad ya son parte de mi vida y he aprendido a sobrevivir en ella sin dejar de amarla. He tolerado la soledad y la ausencia de mis amigos y familia sin arrepentirme un instante de haber decidido mudarme a este país.

Si he pasado tanto trabajo en esta cuidad es en gran parte debido a mi forma de ser. He pasado frío, cansancio tras caminar por horas o cargar cosas pesadas sin necesidad, dolores de cabeza por no saber qué hacer y querer encontrar soluciones yo misma. Hoy, por ejemplo (y a esto viene todo este asunto), necesito hacer compras pero hace mucho frío y el supermercado me queda muy lejos. De llamar a mi hermano sé que me viene a buscar y me lleva a comprar lo necesario. Pero no, no quiero llamarlo. Esperaré mañana e iré a la bodega más cercana. En días como hoy no quisiera ser tan terca y quisiera contar con alguien que me ayude con pequeñeces como ir al supermercado. En días como hoy quisiera estar en casa, con mis padres, sin preocuparme por ir de compras o hacer las cosas que hacen la gente adulta e independiente.

De blog a libro

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