viernes, 31 de marzo de 2006
Al llegar la primavera...
martes, 28 de marzo de 2006
Despojos
de la noche y sus garras.
Prefirió aliarse
y terminar de arrancarle el alma,
sacudir la poca esperanza
que en ella aguardaba
el corazón.
De ella quedaron los despojos,
vísceras dejadas al sol,
alimento de hormigas y ratas
que han de beber la sangre
rancia,
vieja y cuajada
como las algas milenarias
que envuelven los arrecifes
y tiñen de negro el mar.
lunes, 27 de marzo de 2006
Rocío

Cómo admiraba la ternura y fragilidad de su voz. Con ella canté muchas rancheras en mi época de quinceañera cuando vivía las canciones de Juan Gabriel. "Tu eres la tristeza mis ojos, que lloran en silencio por tu amor. Me miro en el espejo y veo en mi rostro, el tiempo que he sufrido por tu adiós..." Me encantaba el dúo de Gabriel y la Durcal: "Déjame vivir, porque no me comprendes que tu y yo no, no, no tenemos ya mas nada que decirnos sólo adiós..." No puedo evitar el cantar sus canciones. Como me encanta la tristeza de "La gata bajo la lluvia"; es como para cortarse las venas. Ahora que la recuerdo sus canciones marchan una tras otra en mi mente, (jamás, me cansaré de ti, jamás te dejaré de amar, te amo tanto corazón y bien lo sabes tu mi amor...). Hay personas que forma parte de tu vida y que al recordarlos, logras trasladarte a lugares y momentos que, de no ser por ellos, quedarían enterrados en los confínes de la memoria. La voz de Rocío me lleva a mi habitación en Santiago: mi santuario, mi refugio, el único lugar que he celado en mi vida. Mi habitación vivía bajo llave, como si en él guardara algún tesoro que necesitaba estar lejos de ojos ajenos; bueno, en verdad las pocas cosas que poseía eran mis tesoros: mis diarios, mis cartas, mis muñecas, mi viejo radio con el que escuchaba la cinta de canciones de Rocío, la mayoría escritas por Juanga. Esa cinta pertenecía a mi papá; quizás fue grabada por él o algún amigo suyo cuando yo era niña. Esa cinta fue de las cosas que recogía del pasado de mis padres para luego quedarme con ellas. Con mi radio transcribía a un cuaderno amarillo cada canción; pause, play, pause, play... en eso me pasaba horas y horas. Así me aprendí sus baladas y rancheras. Cómo me gustaría volver a cantar tus canciones Rocío, cantarlas bajo la tranquilidad de una noche caribeña acompañada de la música de los grillos y cucuyos.
Gracias Rocío por tus canciones, por tu voz y alegría. Que descanses en paz.
domingo, 26 de marzo de 2006
Ansiedad y tristeza
sábado, 25 de marzo de 2006
Anakena

“Lo probé una vez y me gustó”, le dije.
“Veo que andas preparada”, dijo mientras miró el sobre manila que había tomado de la oficina para poner en él los vasos plásticos.
“Si, voy a reunirme con un grupo de amigos”.
“Y porque no compras algo más interesante”.
“Como que?”
“Te gustan los vinos chilenos?”
“Me encantan los vinos chilenos!"
En Santiago el alcohol está al alcance de todos y nunca ha sido un problema (al menos eso me parece). Siempre he pensado que lo prohibido es lo que más se desea. Aqui los jóvenes lo consideran todo un evento el poder tomarse una cerveza o un vaso de whisky. Recuerdo un estudiante que trabajaba conmigo exagerando las andanzas con sus amigos y llenándose la boca al decir que se tomó cuatro o cinco cervezas.... por dios, qué ridículo decía dentro de mi. Pero asi es, en esta cuidad hay que tener edad para ciertas cosas y para otras, sin embargo, la edad no importa: el tener sexo, ser irrespetuoso con los padres, mudarse con amigos o extaños a temprana edad, ir a la guerra; para ello la edad no importa. Hay que dejar que sean libres e independientes, dejar que sus mentes absorban toda información posible, que encontruen su propia identidad, etc. En parte estoy de acuerdo con todo ello pero a veces me dejo llevar por esa parte de mi que es algo anticuada y que cree que todo debe tener sus límites, asi con el alcohol. Si dejaran a los jóvenes probar de vez en cuando un poco de alcohol, quizás se acostumbren a verlo como algo normal y no abusarían al momento de tener acceso a él. Y es que un poco de vino no hace daño. Mi madre siempre me dejó probar, en ocasiones especiales como navidad, un poco de vino tinto o ponche.
Despúes del repetino vuelo hacia el baúl de los recuerdos, me encontré frente al área de vinos chilenos de la tienda. El vendedor buscaba uno en específico: "Anakena", Merlot, Reserva, 2001. No lo conocía. No sé si es cierto eso que me dijo el vendedor: que a los americanos les gusta el vino con sabor a frutas (eso me dijo cuando le pregunté por el shiraz) pero tenía toda la razón al decir que este vino es exquisito. Lamenté el comprar una sóla botella. El pensar en él me hace agua la boca. Se los recomiendo.
Sábado
Demasiado dulce mi café. Me he acostumbrado al café americano: mucha azúcar y leche y un poco de café que es más agua que otra cosa. La cafeína ya no me hace nada. Tomo café cuatro o cinco veces al día para poder mantenerme en pie y es como si no tomara nada. Ultimante camino entre sueños, me siento en el trén y desde que leo dos páginas de algo, cedo ante el inevitable sueño. Luego, poco antes de mi parada, me despierto malhumorada ya que no quería dormir, quería leer. Tendré que buscar otra cosa para sustituir el café. Tal vez es el café de la oficina que no es lo suficientemente fuerte.
Pero bien, volviendo a sábado, no sé realmente que haga hoy. Ahora mismo debo ponerme a trabajar en un “diario de sueños” que nos asignó la profesora. La tarea es la siguiente: pensar en qué queremos soñar antes de acostarnos a dormir, concentrarnos en la idea de que sí vamos a soñar algo y al despertar, debemos escribir lo que nos soñamos. Esto debemos hacerlo por una semana y luego llevarlo a la clase. El fin de esta tarea: ser creativo, escribir, qué se yo. Ella siempre con sus extrañas ideas.
La primera noche no me soñe nada. Por más que me imaginé en una playa (es lo que me produce más tranquilidad) no pude dejar de pensar en la oficina y en lo mal que me siento en ella. Con esto sólo logré amanecer con una depresión y tristeza enorme. Desperté con ganas de llorar y sin deseos de ir a trabajar; asi pasé el día. Lamentablemente soy de las personas que con dificultad esconden sus emociones; si estoy enojada, se me nota en la mirada, en los gestos, en el silencio y en las palabras; igual sucede si estoy contenta. Logré reír en dos ocasiones gracias a un amigo que me llamó y, al notar mi estado de ánimo, me mandó una foto muy cómica de él mismo. Una compañera de trabajo quiso hacerme sonreír y me envió por email una tarjeta en español, con buenos deseos deseándome un feliz cumpleaño. No, no era mi cumpleaño y ella tampoco habla español; la tarjeta simplemente le pareció bonita y me la envió esperando que de alguna manera me hiciera sonreir. Cómo evitarlo?
Volviendo al día de hoy (cómo me distraigo, no?), bueno, en realidad no había terminado el cuento del sueño; sucede que la segunda noche tampoco me soñé nada. Ni siquiera pensé en ello. Anoche (y no por que me concentré en ello antes de dormir) tuve un sueño muy extraño, o mejor dicho, varias historias entrelazados en uno solo sueño. Para no hacer el cuento muy largo, en parte del sueño estuve en mi uniforme de colegio, falta y chaleco amarillo con blusa blanca, esperando un “concho” (transporte público de mi país) y terminé en un aula llena de jóvenes, desconocidos y mucho menor que yo, dándo instrucciones de cómo maquillarse, usando varios estudiantes como modelos (entre ellos mi hermano menor) y por alguna razón Gweneth Paltrow apareció envuelta en una toalla lista para su “make-over”. Ya al final, me encuentro en una playa de Miami rodeada de mucha gente, algunos conocidos. Pasaron muchas cosas en este largo sueño, cosas que dejaré para mi tarea ya que mucho de lo que estoy escribiendo no tiene ni son ni ton.
Volviendo a sábado, tengo que esperar al plomero que viene a arreglar algo en mi apartamento; en la tarde debo ir a un cumpleaño (mis compromisos no tienen fin) y en la noche tal vez me junte con mi amiga a celebrar otro cumpleaño. Creo que será un buen día. No quiero seguir molesta por cosas como mi trabajo. Total, es sólo un trabajo, una obligación que debo cumplir para poder pagar la “renta”, los estados de cuenta y la universidad. Debo tener paciencia. Ya llegará el día en que pueda trabajar en algo que me llene y me haga sentir satisfecha conmigo misma.
Ahora, a comenzar mi sábado.
domingo, 19 de marzo de 2006
En Washington Place
de Washington Place,
lado este del parque,
con las manos enterradas
en los bolsillos
y el frío penetrando
lentamente
por los pies adormecidos.
No importa
que el viento reseque mis manos,
que haga de mi aliento
señales de humo.
Te esperaré junto a las ardillas
y palomas,
con la paciencia en que
aguardan el estío
y sobreviven
la crudeza del invierno.
Te esperaré en silencio
atenta a tus pasos
a tus ojos entre al multitud.
Si tardas culparemos al metro
a la oficina o el mismo frío;
pero ven,
ven pronto
pues se han helado mis lágrimas
y temo
que igual suceda
con el corazón.
sábado, 18 de marzo de 2006
"Verde que te quiero verde"
En una cuidad como Nueva York que se torna gris durante el invierno, la primera señal de algo verde me hace suspirar, me provoca una sonrisa ya que ello significa la llegada de la primavera. El sábado pasado fui a caminar a Central Park y noté que en algunas partes la grama había crecido y estaba verde, tan verde como las manzanas que pocas veces se me antoja comer, tan verde como mi pared. Aqui una foto que tomé ese día:

No sé desde cuando me gusta el verde. Siendo adolescente mi color preferido era el negro. De repente un día me dio por gustarme el verde y desde entonces me he quedado con el. Mis cortinas son verdes, una vez tuve lentes de contacto verdes, los cojines de mi mueble y la alfombra del comedor son verde. La pijama que llevo puesta en este momento también es verde.
No me gusta el verde en la comida pero si en un mojito o un apple martini.
Verde también son las palmas de mi país, las algas que detesto en la orilla de sus playas, la mata de mango de mi casa, la cotorra que tuvimos por más de diez años y que el año pasado se nos escapó. Verde son los limones que usa mi papá para su té, las paredes de mi habitación en Santiago, mi mata de gardenia, el recuerdo que tengo de Paris.
Verde son mis sueños, mis esperanzas, mis alegrías.
Hice bien al pintar mi pared.
Comfortably numb
Creo que me quedaré en casa hoy. Talvez me hará bien ya que con todos los compromisos que he tenido ultimamamente no he podido disfrutar del silencio de mi apartamento. A veces, el tener un día completo solo para mí me hace feliz.
lunes, 13 de marzo de 2006
Dilema
jueves, 9 de marzo de 2006
domingo, 5 de marzo de 2006
Crash (Colisión)

Crash cuenta la historia, o mejor dicho, varias historias de una serie de personajes de distintas culturas y niveles económicos entrelazados por dos sentimientos diferentes pero igual de fuertes: el racismo y el amor. Crash, que en español sería choque, es precisamente eso, el choque o encuentro entre personas que comparten una sociedad y al mismo tiempo se encuentran divididos en ella por su color, su origen étnico o posición económica. La fuerza de esta trama radica en que ella cuenta una realidad que muchos prefieren ocultar, esconder tras las libertades y derechos que promete estas tierras norteamericanas. Aveces uno recorre las calles de la cuidad de Nueva York sin notar la discriminación que existe en ella, o talvez es que preferimos ignorarla; pero al ver la película es inevitable aceptar que somos parte de las desigualdades, de los abusos, de la tristeza y frustación que muchas personas en este país padecen. Aunque la película se lleva a cabo en Los Angeles, las distintas historias que cuenta igual pueden encontrarse en Nueva York. Sólo basta con sentarse a escuchar las noticias locales.
El Puerto
Al leer este texto me vi a mi misma recorriendo las calles de Nueva York, perdida en el vaivén de la gente y en el ruido provocado por el tránsito y la multitud. Me gusta observer a la gente e imaginar alguna historia, descifrar las miradas perdidas, adivinar si es verdadera su sonrisa o si esconde en ella un poco de tristeza. Y no es que esté falta de curiosidad o ambición, como señala Baudelaire, pero debo admitir que aveces contemplo las vidas ajenas en la cuidad solo para llenarme un poco de sus risas, para dar rienda suelta a mi imaginación, para soñar al ver una pareja darse un beso, para sentirme humana y viva con la inmensa variedad que ofrece la gente de esta gran cuidad. He aqui el texto:
El Puerto
“Un puerto es morada agradable para un alma fatigada de las luchas de la vida. La amplitud del cielo, la arquitectura móvil de las nubes, el colorido cambiante del mar, el centelleo de los faros, son un prisma adecuado y sorprendente para distraer los ojos sin agotarlos jamás. Las formas esbeltas de los navíos de aparejo complicado, a los que la marejada imprime oscilaciones armoniosas, sirven para conservar en el alma el gusto del ritmo y de la belleza. Y además, sobre todo, hay una suerte de placer misterioso y aristocrático para el que ya no tiene curiosidad ni ambición, en admirar, tumbado en la azotea o apoyado de codos en el muelle, todos los movimientos de los que se van y de los que regresan, de los que poseen aún fuerza para querer, deseo de viajar o de enriquecerse. "
Traducción tomada de EPLP
sábado, 4 de marzo de 2006
Autosuficiencia o terquedad?
Recuerdo que hace muchos años, cuando estudiaba derecho, un querido amigo igual me reclamó y me regaño por creer no necesitar a nadie. "Tu no estás sola. ¿Porqué eres tan terca? " me dijo, "No seas terca y pide ayuda a tus compañeros si no comprendes el material para tu examen. No se te va caer un pedazo por pedir ayuda". No pedí ayuda y tomé mi examen. No recuerdo si me fue bien o mal pero estoy segura que pude ahorrar mucho tiempo y esfuerzo con hacer una llamada.
Dudo que logre cambiar. Toda mi vida me he hecho la fuerte, la que es capaz de soportarlo todo y en parte ha sido asi. Le debo mi fortaleza a mi mamá. Sé que mi afán de ser una mujer independiente me seguirá causando problemas y liberándome de otros. No sé hasta donde me lleve esta terquedad. No creo que pueda traerme problemas y sinsabores peores de los que ya he padecido. Asi como he complicado mi vida por mi autosuficiencia e independencia he aprendido de mis errores y éstos a su vez me han hecho más fuerte. La cuidad de Nueva York no me asusta, de ella puedo esperar cualquier cosa sin sorprenderme o dejarme caer. Una nevada, un verano insoportable, las largas horas en el trén, su soledad, su rutina y su complejidad ya son parte de mi vida y he aprendido a sobrevivir en ella sin dejar de amarla. He tolerado la soledad y la ausencia de mis amigos y familia sin arrepentirme un instante de haber decidido mudarme a este país.
Si he pasado tanto trabajo en esta cuidad es en gran parte debido a mi forma de ser. He pasado frío, cansancio tras caminar por horas o cargar cosas pesadas sin necesidad, dolores de cabeza por no saber qué hacer y querer encontrar soluciones yo misma. Hoy, por ejemplo (y a esto viene todo este asunto), necesito hacer compras pero hace mucho frío y el supermercado me queda muy lejos. De llamar a mi hermano sé que me viene a buscar y me lleva a comprar lo necesario. Pero no, no quiero llamarlo. Esperaré mañana e iré a la bodega más cercana. En días como hoy no quisiera ser tan terca y quisiera contar con alguien que me ayude con pequeñeces como ir al supermercado. En días como hoy quisiera estar en casa, con mis padres, sin preocuparme por ir de compras o hacer las cosas que hacen la gente adulta e independiente.