sábado, 16 de diciembre de 2006

Extrañamente, diciembre

Faltan nueve días para navidad y sin embargo parece que estamos en plena primavera, salvo por la desnudez de los árboles. Aunque me agrada este clima (y es que el frío y yo no nos llevamos muy bien) al mismo tiempo me aterra pensar las razones detrás de él.

Hablando de navidad, no sé que me pasa pero me falta el espíritu festivo. Tal vez me haga falta escuchar los merengues navideños de mi patria, ver las manzanas y uvas de venta en las calles, asistir a los angelitos y hablar con mi madre de los preparativos para la noche buena. A finales de noviembre puse mi arbolito y estaba muy emocionada con él pero con el paso de los días me ido sumergiendo lentamente en aguas tristes, como hace mucho no hacía. No sé si será la falta de mi gente o el tedio del trabajo y mis clases de nunca acabar pero la verdad es que quiero ver volar esta semana para al fin ser libre y tener todo mi tiempo para mí.

Hoy pienso salir a caminar y disfrutar mí ciudad. Tal vez encuentre algo de alegría en sonrisas extrañas, en las luces decorativas o el aire frío sobre mi rostro.

Aquí les dejo fotos de mi arbolito. Bueno, mejor dicho, de nuestro arbolito por que no es sólo mío; es compartido, como muchas otras cosas en estos últimos meses de mi vida.

domingo, 10 de diciembre de 2006

"Trabajo es trabajo"

Hace unos días alguien me decía, “trabajo es trabajo”. Tuve que cambiar el tema porque según mi amigo, uno no debería hablar del trabajo cuando está fuera de el. Bueno, quizás para él el trabajo no sea mas que eso, trabajo, pero para mi hay mucho más en este afán o necesidad de trabajar. Todos mis trabajos me han llevado a algún lugar, me han enseñado o abierto los ojos a nuevas posibilidades y, lo más importante, por ellos he llegado a conocer personas que de una u otra forma me han marcado o influenciado de alguna manera.

Todos debemos trabajar en algún momento, algunos a temprana edad, otros un poco más tarde, muchos por necesidad u obligación y otros más afortunados por simple gusto. En cuanto terminé el bachillerato decidí que quería trabajar. Mi madre se opuso ya que, según ella, los trabajos interfieren con los estudios y ella temía que me enamorara del dinero y dejara el estudio por un cheque quincenal. Ese diciembre, a mis dieciséis, me lancé a las calles a preguntar en tiendas si necesitaban ayuda para la temporada navideña. Nunca había trabajado así que no contaba con experiencia alguna por lo cual se me hizo muy difícil encontrar empleo. Conseguí trabajo envolviendo regalos en una tienda de Santiago, Almacenes El Encanto. Por dos semanas envolví platos, camisas, accesorios, juguetes y, hasta chocolates. Fue una experiencia horrible a la cual le debo una gripe que no me permitió cenar con mi familia en noche buena y mis dotes para envolver regalos (me encanta hacerlo y no lo hago nada mal). Desde entonces dije que jamás tomaría un trabajo temporal, mucho menos en tiempos de navidad. Trabajé de ocho de la mañana hasta casi las nueve de la noche todos los días. Mi madre pensó que no sobreviviría y le daba mucha pena conmigo cada noche que pasaba a buscarme. Pero, terca y orgullosa al fin, no le daba la razón y a todos les hacía entender que era lo suficientemente fuerte como para aguantar tantas horas de trabajo. Con la llegada del año nuevo se terminó mi primera experiencia laboral y me dediqué a estudiar.

Siempre quise ser autosuficiente e independiente; es por ello que durante mis primeros semestres en la universidad nuevamente sentí la necesidad de trabajar. No soportaba pedirles dinero a mis padres para libros, ropa y otras cosas. Cuando supe la noticia de que abrirían una sucursal de los Supermercados Nacional en Santiago inmediatamente llené una solicitud. Comencé como cajera del supermercado pero poco tiempo después me trasladaron a la librería que era donde yo realmente quería estar. Fue sin duda una de las mejores experiencias, el trabajo que más he disfrutado y del cual tengo muchos lindos recuerdos. En el Nacional fue donde conocí a Luisa, una de mis mejores amigas y madre de uno de mis ahijados (aunque aún no hemos bautizado a Carlos José). Uno de los recuerdos que más me hace sonreír es la fascinación que tenía por el encargado de cajas. Luís pasaba todos los días por cada cajera para verificar que tenían cambio suficiente. Cada vez que se acercaba la hora, me ponía nerviosa con pensar que Luís estaría frente a mi. Muchos sabían lo que sentía por él (por cierto, él tenía novia) ya que era bastante obvio. Apenas lo tenía cerca y sin querer me ruborizaba. El mismo Luís lo notaba y me hacía sentir peor ya que no sólo pasaba a preguntarme si necesitaba cambio sino que preguntaba cómo estaba y me sonreía, como para ver mi reacción y disfrutar de mis nervios cuando titubeaba al hablarle. Realmente era vergonzoso ya que llegué al punto en que hasta las rodillas me temblaban y me convertía en una inútil cuando estaba cerca. En esto me pasé más de un año, esperando los momentos en que Luís pasara por mi caja y conversara conmigo. Nunca pasó nada, fue una relación platónica, el encantamiento de una niña que todavía soñaba con príncipes azules. El amor habría de llegar mucho después. Cuando decidí dejar la librería para trabajar en una oficina de abogados todavía soñaba con Luís; lo habían trasladado a otra tienda pero de vez en cuando pasaba por la librería a saludarme. Yo igualmente le devolvía la visita al pasar por la juguetería dizque a ver la nueva mercancía.

La decisión de buscar trabajo en una oficina legal fue por el hecho de que estaba estudiando derecho. De no ser por eso me hubiese quedado en la librería donde tenía tiempo de leer cuantos libros quisiera y donde realmente era feliz. A veces me pregunto que hubiera sido de mi vida si me hubiese quedado en la librería pero, en ese entonces estaba convencida de que si estaba estudiando derecho lo correcto era estar rodeada de abogados, de envolverme en ese mundo para no ser una extraña en él al momento de graduarme. Estuve de recepcionista, trabajando de ocho de la mañana a seis de la tarde para luego ir a la universidad hasta las diez, de lunes a viernes. No fue fácil; mis notas bajaron y no pude rendir tanto como cuando trabajaba en la librería. Mi madre se oponía a que trabajara en el bufete pero mi terquedad no me permitía hacer lo contrario. Fue mi primer y único trabajo como recepcionista. No sé como pero después de un par de semanas se me hizo fácil manejar las quince líneas de teléfono mientras atendía a quienes llegaban. Quizás el momento en que comencé a trabajar en la oficina no fue el ideal debido a mis estudios pero no me arrepiento ya que aprendí muchísimo y tuve la oportunidad de rodearme con gente de todos los niveles y, logrando aprender algo de todos, desde las chicas del departamento de contabilidad, a la secretaría administrativa, los mensajeros, los abogados, las chicas del departamento de procesamiento, de ingeniería e incluso, los clientes que llegaban a la oficina con sus propias historias. Luego me trasladaron al departamento de sociedades donde aprendí todo lo que sé sobre sociedades comerciales; al mismo tiempo asistía a una de las abogadas con los casos de préstamos y embargos. Fue una experiencia enriquecedora y en poco tiempo la oficina se convirtió en mi segundo hogar, lugar donde me sentía cómoda y donde encontré amistades que aún conservo hoy día. Son muchos los recuerdos y fotografías que conservo de ese tiempo. Son muchas las sonrisas y lágrimas compartidas, las cuales recuerdo con cariño y un dejo de nostalgia.

Me dolió mucho dejar la oficina cuando lo hice pero ya era tiempo de extender mis alas y volar a otros horizontes. Me había desencantado mucho del derecho ya que mis viajes al tribunal y el mismo trabajo me demostraron que el derecho, aunque hermoso en teoría, en la práctica es un ejercicio algo sucio, y más en un país donde pocos derechos se respetan y donde el que tiene más compra o vende la justicia a su conveniencia. No sé si las cosas han cambiado, cuando dejé a mi país las cosas habían mejorado un poco pero al parecer han empeorado y el país ha dado marcha hacia atrás en los últimos cinco o seis años. En fin, quise hacer algo diferente, quise vivir otras experiencias y como siempre quise volver a los Estados Unidos, específicamente Nueva York, donde nací, decidí que era tiempo.

Dejé mi casa para al fin ser independiente o por lo menos intentarlo. Mi experiencia en el bufete me permitió obtener un trabajo en una universidad de Nueva York, apenas dos o tres semanas después de llegar y poco después de lo acontecido con las torres gemelas el once de septiembre. Aún estoy en el mismo trabajo, cinco años después. Como todos mis trabajos anteriores, he aprendido mucho de éste, mucho más de lo que esperaba; sin embargo, ya me ha llegado la hora de nadar en nuevas aguas. No sé dónde terminaré, no sé realmente cuando podré dejarlo; lo que sí sé es que donde sea que vaya, me espera mucho por aprender y vivir.

En cada trabajo he tratado de dar lo mejor de mí, de absorber todo cuanto me rodea y de alguna manera dejar huellas, así como las que han ido dejando las personas que he conocido en mi largo caminar. Trabajo es trabajo, sí, pero es también parte de uno mismo, algo que nos ayuda no sólo a pagar las cuentas a final de mes sino a ser mejor, a darnos las armas necesarias para sobrevivir dentro de una sociedad. Cada experiencia es y será distinta, todo depende de cuánto sepamos utilizar esas largas horas de jornada, de cómo apreciemos las oportunidades que ellas a veces nos brindan.

Mañana es lunes… otra vez a lo mismo (pues claro que el tedio es también parte del trabajo).

martes, 28 de noviembre de 2006

Ardiente amanecer

Ayer me despertó una extraña luz que penetraba mi habitación, algo semejante a las llamas de un fuego ardiente, al rojo tibio del atardecer. Eran casi las siete de la mañana, tarde ya para el alba. Pero era él, el sol escondido en el horizonte y un flujo de nubes que le seguían. Las nubes parecían furiosas, como si el cielo se hubiese incendiado, dejando la humareda para cubrir la tierra. Quería permanecer ahí, maravillada, pero sabía que en cuestión de segundos las nubes desaparecerían para dar paso al azul. Tomé mi cámara y con ella detuve el tiempo. No me he cansado de mirar las fotos. Cuán agradecida estoy de haber despertado en el momento oportuno, de haber sido testigo de tanta belleza.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Girasoles

Alquien me había regalado unos girasoles y no resistí conservarlas con el lente de mi cámara. Aunque no sea mi flor preferida, me encantan los girasoles. Hay algo de ternura y alegría en su forma y color; algo en ella que te obliga a sonreír quieras o no. Los girasoles no son complicadas y enigmáticas como las rosas, delicadas y perfumadas como las gardenias o exóticas como las orquídeas, sino todo lo contrario: no esconden nada y realmente ofrecen poco; sin embargo, es en su simpleza y cálidez donde radica su belleza, su forma tan abierta y sincera, su paciencia y soledad entre las demás flores, su amarillo que te llama y te pide una sonrisa.

martes, 7 de noviembre de 2006

Llorar

Conocía muy bien la historia, sin embargo lloré como hace mucho no hacía y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí libre; libre porque lloraba con ganas sin importarme quien estuviera presente. No sé porqué lloraba, o tal vez lo sé y quiero confundirlo con otra cosa. Tal vez lloraba de alegría por los personajes de la historia, por la belleza de algo que hace mucho no siento, por la nostalgia de aquello que algún día tuve y hoy no es más que un recuerdo distante, por los sueños que se vuelven imposibles con el transcurrir de los días, por el olvido del silencio…

¿A dónde habrán ido a parar las mariposas? ¿En qué cielo se detuvieron los sueños, las gaviotas que me hablaban de mares, tempestades y plenilunios?

sábado, 21 de octubre de 2006

Trato

Una hermosa mañana de sábado, sentada en pijamas, con mis lentes y un café a mano. Escucho las voces de dos niños que no son míos y que sin embargo forman parte de mi futuro, de una vida que me espera al doblar la esquina, una vida distinta a la mia, una vida compartida donde habrá poca cabida para la soledad y el silencio.

He alquilado mis días, mis horas, mi corazón. He recibido a cambio nuevas alegrías; sin embargo, temo perderme a mi misma, olvidar quien soy mientras me adapto a los gustos y deseos ajenos, a ser dos en vez de uno, o mas bien, dos convertido en uno. La soledad a cambio de sonrisas compartidas... ¿Ese es el trato, no?

jueves, 19 de octubre de 2006

"Los mejores libros de la década"

La Editorial Letralia ha publicado en su página una lista de "Los mejores libros de la década" (1996-2006). Esta lista es el resultado de las votaciones de los lectores de Letralia, cuyas opiniones podrán encontrar en dicha página al igual que una breve reseña de los libros seleccionados. En la lista se encuentran obras de Laura Restrepo, Roberto Bolaño, Mario Vargas Llosa y Javier Cercas, entre otros.

Para más información visiten la página de Letralia o el blog Jorge Gómez Jimenez.

Nota: No se pierdan la película española Soldados de Salamina (2003), basada en la novela de Javier Cercas. Es una excelente película.

sábado, 14 de octubre de 2006

Regreso

Qué dificil es volver después de tanta ausencia. ¿Qué decir? ¿Por donde empezar?

Mis días ya no son mis días, siento que mi vida ha tomado otro curso que no es el mío. Ahora debo retomar el timón y regresar, darle de beber a mis flores, dejarme envolver por el silencio, sentir la soledad y respirarla como si fuese mi única fuente de vida.

En estos días mi padre me decía, luego de pasarse un díá a solas en mi casa, que él no comprendía como yo podía soportar tanta soledad. Yo le sonreí y le dije que la soledad y yo nos entendíamos. Y es asi, por más que me haya lastimado, necesito de ella para vivir. De vez en cuando necesito gritar en silencio, mirar hacia el cielo y perderme, escuchar una canción que me guste a oscuras, como si sólo existiera la música y yo en ese momento. No sé si será bueno o malo, esta necesidad de aislamiento; no sé si quienes me quieren comprenderán mis silencios y si estarán allí a mi regreso. Lo único que sé es que a veces necesito de mi misma; necesito escucharme, recordar el camino de regreso para no perderme ya que fácilmente me dejo tomar de la mano sin muchas preguntas y sigo los pasos de aquél en quien confío, aquél que me hace sonreír y olvidarme de mi misma. Pero estoy de vuelta. He regresado y espero no volver a partir.

Gracias a mis amigos y conocidos por sus comentarios y correos. Ya volveré a visitarlos y dejarme sentir. Abrazos.

sábado, 23 de septiembre de 2006

Coney Island


Mi prima Jackie, yo y mi mamá.
Ir a Coney Island es volver a mi niñez, es pensar en mi madre, en las reuniones familiares sobre la arena de la playa, entre gaviotas y un sol ardiente. Entonces no conocía las playas caribeñas y me bastaba las aguas frías y oscuras del atlántico. Nada superaba el tener una familia grande, todas residentes en Brooklyn, cerca para cualquier festividad o salida dominguera.

Recorriendo la arena con mi hermano no pude evitar pensar en las fotos que guarda mi madre, las cuales fueron tomadas en los ochenta, cuando mi cabello era amarillo y mis mejores amigas eran mis primas Jackie y Jenny, con quienes hoy hablo y veo poco. Entonces compartía una habitación con mi hermano y a mi madre la veía en las tardes, cuando llegaba de un largo día de trabajo en una fábrica de sombreros. Las pocas horas que compartíamos durante la semana era compensadas con los sábados y domingos en que todo su tiempo era dedicado a nosotros. Estaba muy chica como para recordar en que consistía cada fin de semana pero recuerdo eso, su compañía los fines de semana, los purés de papa para el almuerzo y las horas frente al televisor viendo la lucha libre con mi padre. Al final son esas pequeñas cosas que quedan, aquellos momentos en que uno siente más amor y es más feliz. Por tal motivo Coney Island es un lugar especial para mi. De todas las veces que visité su playa y parque, recuerdo la risa de mi tío y el abrazo de mi madre mientras montábamos unos de los juegos de Astroland Park. Aunque no recuerdo con exactitud mis visitas a Coney Island, el caminar el boardwalk, sentarme en la arena u observar el carrusel es sentirme en casa, es regresar a esa parte de mi que pertenence a ese condado que me vio nacer y donde aprendí mis primeras palabras, tanto en inglés como en español, es pensar en el sacrificio de mis padres por querer brindarnos un futuro mejor. Ver a los niños jugando en Astroland es verme a mi misma, años atrás cuando un parque de diversión era la gloria para quien se pasaba la mayor parte del año entre las paredes de un apartamento y su escuela.

Hoy día, el parque de Coney Island aún tiene la mayoría de los juegos y atracciones que existieron durante mi niñez; aún están las motocicletas y el carrusel de las fotos que guarda mi madre. El Cyclon y el Wonder Wheel están ahí desde los años veinte y constituyen parte de la historia de Brooklyn. El tiempo ha desteñido los colores de los juegos, las luces y letreros forman parte de una época pasada, nada parecido a los parques modernos y lujusos pero, ahí radica el encanto de Coney Island, un lugar que ha sobrevivido los cambios de la modernización y el capitalismo para permanecer algo intacto, detenido en la memoria de quienes crecieron junto a él y lo visitaron cada verano, considerándolo entonces como un pedacito de cielo.






Fotos tomadas por Joanne (salvo la primera, claro). Mas fotos de Coney Island en http://www.flickr.com/photos/barcarola/sets/72157594273896173/

Mi foto favorita de Coney Island

Hablando de Coney Island, he aqui mi foto favorita (si, soy yo):

viernes, 22 de septiembre de 2006

Algo perdida...

He intentado volver de a poquito al blog pero en estos días le he tomado horror al teclado. Por tal motivo, les dejo con un viejo texto, mi primer intento de narrativa. Obviamente, no tengo dotes para el cuento pero quise salvar este texto del cajón del olvido ya que me trae lindos recuerdos de la época en que surgió. Quizás el pensar en aquella época me motive a escribir.


La perdida

Con pasos lentos recorres la misma calle. Sientes el frío quemar tu piel y el viento que despeina tus cabellos. Te detienes un momento debajo del único faro de luz que habita la oscuridad del lugar y contemplas el cielo, mientras tu mente vuela lejos, hacia aquel día en que escapaste.

Tardaste toda la semana en preparar la fuga. Llenaste la mochila con tus pertenencias más preciadas: el diario, las cartas y un par de libros, ellos representaban tu vida. Ya no aguantabas más. Cansada de tener que ser siempre la niña buena y sumisa, tomaste un poco de dinero y marchaste hacia la puerta. La idea era nunca más volver ni mirar hacia tras. Sí, sin duda fue un viaje sin regreso. Siempre exigieron más de lo que podías dar y no comprendían que al igual que ellos eras humana y sobre todo una mujer; una mujer que siente y que anhelaba vivir cosas nuevas. Ya no soportabas esa sociedad hipócrita que todo esconde detrás de un nombre o de una reputación. Un pueblo que hace alarde de su fe implacable y su “benevolencia” ante los marginados, pero que esconde tras de sí alguna historia oscura Así cualquiera es bueno ante los ojos de Dios, pero tu no querías ser buena ante los ojos de nadie. Querías ser tu misma.

Dijiste que ibas a estudiar, ese era el pretexto para escapar esa mañana de aquella mentira en que se había convertido tu vida. El camino que forjaste ese día apenas comenzaba. Cómo imaginar el giro que daría tu vida. Vagaste por muchas calles, llevaste una vida bohemia y hasta te convertiste en poeta, todo te inspiraba. Te hiciste amiga de los perros y de la noche. Dormías tranquila, sin ningún tipo de remordimiento haciendo todo cuanto querías sin importar si te juzgaban o no. Seguías tus instintos, los cuales te llevaban por caminos desconocidos por ti hasta entonces y que disfrutaste a plenitud.

En tu casa te extrañaron y conocías el dolor que le causabas. También sabías que te buscaban, pero nada te haría regresar. No querías dejarte vencer por alguna repentina debilidad. Te considerabas una mujer fuerte, al menos esa es la imagen que querías proyectar o con la cual te engañabas a ti misma. Todo el pueblo salió a la calle detrás de alguna señal o huella que le confortaran o por las cuales pudieran deducir la verdad de tu extraña desaparición. Nada, nunca encontraron tu cuerpo, nadie jamás te volvió a ver. Parecía haberte tragado la tierra. - La pobre niña, tan dulce y tierna- decían todos. Cómo no ganarte su cariño si eras la decencia y pureza personificada.

Esperaron por horas, días y semanas. Tu foto apareció en la prensa y debajo, en letras grandes, decía: PERDIDA. Leyendo el periódico te burlabas de tu astucia, pues te habías salido con la tuya, pero poco imaginabas que en el afán de ser independiente en verdad te perderías. Después de tanta espera ofrecieron una misa por tu muerte. Estuviste allí, aunque irreconocible, para ver el rostro de aquellos los que te amaban y de los que incluso sorprendiste con una cínica sonrisa y sollozo fingido. A veces pienso que fue tuyo el cinismo. La vida era buena y te sonreía por lo que pensabas que no era el momento para dejar tu libertad. Compartías tu soledad con cualquiera y recorriste el mundo sin inhibiciones ni prejuicios. Eras feliz, o al menos eso creías. En el camino perdiste toda vergüenza, pudor e incluso tu dinero. De repente tu ansiada libertad llegó a su fin y te convertiste en esclava de tu propia condena.

Ahora estás aquí, sola en estas calles vacías, esperando pacientemente a que pase la jornada y comience el nuevo día, el cual será igual a todos. Divisas una luz lejana que se acerca y te arreglas el pelo, desteñido ya por el tiempo. Arreglas tu falda y te bajas el escote. El auto se detiene y el chofer te hace una señal, la cual entiendes sin ninguna dificultad. Subes al carro, sonríes, y observas por un instante al hombre a tu lado. Tiene buena apariencia y te sientes confiada, pues con suerte este cliente pagará bien, y todo a cambio de un poco de placer.

24 de marzo de 2001

miércoles, 13 de septiembre de 2006

Con poco tiempo pero tranquila

Cuán cortos y a la vez extensos han sido estos últimos días. Una tormenta ha arrasado con mis horas y pensamientos. Consigo se llevó mis dudas y miedos, dejándome a cambio la primavera, un huerto rodeado de aire fresco y puro, la paz que anhelaba mi corazón y que aún no deja de sorprenderlo. En lo que me acostumbro a esta extraña sensación de sosiego y alegría debo aprender a distribuir mejor mi tiempo para asi mantener el equilibrio entre el nuevo jardin que necesita de mis cuidados y el mundo del cual necesito para respirar, aquel donde duerme mi poesía y a la vez vibran los rieles del subterráneo.

Poco a poco iré regresando al blog, poniéndome al día con mis cosas y visitando a mis amigos en la red.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Ventanas en el Village

Luego de un sábado de lluvia, fuertes vientos e inesperado frío, hoy fue un día espectacular. Amaneció nublado pero de repente salió el sol y sentí cosquillas hasta en los pies. Necesitaba salir, caminar, sentirme viva, sentir que aún el verano no se había marchado por completo.

Y asi fue, un hermoso día de agosto en el que recorrí las calles del Village. Me encontré con el Washington Square Outdoor Art Exhibit, el cual se celebra dos veces al año desde 1931, cerca del parque Washington Square. Artistas exponen y venden sus obras de arte, sean pinturas, fotografías, esculturas, entre otras. En esa exhibición fue que compré hace cuatro años la ventana que cuelga en una pared de mi habitación, la cual, destrás de su cristal, tiene pintada una playa (y la arena es real). Todo el que la ve se la encuentra simpática pero cuando le digo que en verdad la compré y cuánto pagué por ella me dicen que estoy loca, que una ventana como esa la encuentro en cualquier basurero y sólo tengo que pegarle un dibujo y listo, ventana y playa sin costo alguno. Que les puedo decir, me enamoré de ella desde que la vi y para mi es una idea genial. La compré porque me recordaba las playas de mi país y quería imaginarme que el mar me esperaba fuera de mi ventana imaginaria aún cuando me encontraba dentro de mi sobrio apartamento.

Hablando de ventanas, caminando por el West Village me encontré con un sin número de edificios y ventanas curiosas. He aqui el resultado:

viernes, 1 de septiembre de 2006

En paz

Indiferente,
se deja sumergir despacio
en oscuras aguas
mientras cuenta los segundos
con cada latido.

jueves, 31 de agosto de 2006

Desde mi ventana II

Esta foto la tomé hace una semana cuando al abrir los ojos me encontré con este hermoso (y algo dramático) amanecer. No pude resistir y me levanté a buscar mi cámara. Así si da gusto despertar.

En blanco

En estos días tengo pocas ganas de escribir. No sé qué me sucede. Enciendo el computador y miro la pantalla queriendo hablarle pero no tengo nada que contarle. Hojas en blanco y lapiceros tibios en mis manos esperando... Leo las noticias a ver si algo me inspira, y nada. Me aterra esta sensación de vacío, el caminar por las calles y no encontrar con algo que me provoque una sonrisa, un pensamiento.

Necesito bajar de estas nubes y reencontrarme.

miércoles, 30 de agosto de 2006

Muere el escritor Naguib Mahfouz

(foto tomada del New York Times)
Hoy, 30 de agosto, ha fallecido el escritor egipcio Naguib Mahfouz, quien en 1988 se convirtió en el primer escritor árabe en obtener el Premio Nóbel, falleció hoy 30 de Agosto. Tenía 94 años de edad.

Para más información ir, ver el artículo del New York Times al respecto (lamentablemente no encontré un artículo en español).

lunes, 28 de agosto de 2006

Lunes de lluvia

Llueve, pero no es de esas lluvias que contemplas a través de una ventana con una sonrisa y recuerdos de una vida más simple e ingenua. Esta lluvia es de lunes, de esas que presagian la monotonía y frustraciones de los días a seguir. Lunes de lluvia en que te pesa el cabello y tus ojos anhelan refugiarse en la oscuridad; lunes de paraguas y jeans mojados; de silencio en los parques y en las calles; de pereza y cansancio; de retrasos y horas de espera; de sopor y cafeína... una tarde que tarda en fenecer.

Es lunes de abril en pleno agosto, frío y absurdo, de esos que no dejan huellas en el calendario.

sábado, 26 de agosto de 2006

Entre inercia y titubeo

Estos días han sido de poca concentración. A decir verdad, el verano entero no he podido concentrarme en absolutamente nada. No sé qué me pasa. He comenzado cuatro libros y a todos los dejé por mitad, no estoy practicando guitarra con la frecuencia debida, no estoy escribiendo, no estoy estudiando para los GRE’s, como tampoco dando todo de mí en la oficina. Lo único que he hecho es comer. Tengo que sacudir esta inercia y pereza fuera de mi. A partir de lunes tengo que poner los pies sobre la tierra y dedicarme a las cosas que me gustan y que debo hacer.

A veces creo que me propongo demasiadas metas; quiero hacer tantas cosas y al final no hago nada. Bien lo había dicho mi madre años atrás cuando me dijo que dejaba todo a medias: el curso de informática, las clases de guitarra y las clases de francés. Y no es que quería dejar todo a medias sino que siempre había algo que me impedía continuar como, por ejemplo, el trabajo. Cuando comenzé a trabajar en la librería ya no tenía los sábados libres y por ende no podía seguir con el francés; cuando al fin retomé las clases, me mudé a Nueva York. Cuando quise retomar las clases de guitarra, el horario de la universidad me lo impedía. Lo único que nunca abandoné fueron las reuniones de Tinta Fresca. Cada sábado en la tarde me dirigía al grupo por el simple placer de compartir con ellos, escucharlos recitar sus poemas, aprender sobre literatura y reirme con las ocurrencias de algunos integrantes. Claro, el venir a esta cuidad también le puso fin a ello (al menos lo mantuve por dos años).

En Nueva York han surgido nuevos intereses y he querido sumergirme en tantas cosas para los cuales, lamentablemente, no dispongo de mucho tiempo. Algunas personas me han dicho que tengo que concentrarme en una sola cosa y dedicarle todo mi tiempo y esfuerzo. Se me hace dificil elegir. Durante un tiempo quise aprender a hacer páginas web. Compré un libro sobre HTML y luego en el trabajo me regalaron el programa Dreamweaver, lo cual hacía todo el proceso más fácil. Ahí murieron mis esfuerzos en aprender los códigos HTML, Dreamweaver lo hacía por mi. Aún es algo que me gusta pero claro, me he entretenido en otras cosas.

Cuando me mudé a mi apartamento actual, quise saber todo sobre decoracíon de interiores. Durante seis meses, los únicos programas de televisión que veía eran los de los canales de Discovery Home y Home & Garden TV. Aprendí sobre combinación de colores y texturas; ideas para decorar la sala y la habitación; la diferencia entre decoraciones clásicas, modernas y eclécticas y cómo combinarlas; entre otras cosas. Pasé horas en librerías hojeando las revistas y libros de decoración interior. Todo para complementar mi afinidad con los trabajos manuales, como pintar paredes, componer muebles, llenar la pared de cuadros, fotos y objetos extraños. Al llegar el verano había terminado de decorar mi apartamento y entre mis caminatas en la cuidad surgió un nuevo amor: la fotografía.

Desde entonces, es mucho lo que he recorrido con el fin de retratar a la cuidad de Nueva York. Cientos de cuadras he caminado disfrutando de ella, conviertiéndola en unos de mis pasatiempos preferidos. Ahora quiero tomar clases de fotografía y aprender como manejar mi nueva cámara. No sé si llegaré lejos con la guitarrra, si acaso terminaré aprendiendo, pero creo que con la fotografía será distinto. Debido al curso de traducción que retomaré en Septiembre (sí, uno más para mi lista) no sé si tendré mucho tiempo para ella pero sé que no la abandonaré; y es que me encanta y me llena (además de que algunos amigos insisten en que debo dedicarme a ello).

¿Qué terminaré haciendo? Realmente no lo sé. Es una pregunta que desde hace años no puedo contestar por el hecho de querer hacer tanto; lo cual es terrible para una persona como yo que es pésima tomándo decisiones (en todos los sentidos y aspectos de mi vida). Ese es uno de los dilemas de vida y tal vez por ello estoy donde estoy, por no saber elegir entre si y no, entre blanco y negro, entre hoy o mañana. Sólo el tiempo sabrá decir qué rumbo tomaré.

miércoles, 23 de agosto de 2006

Agradecimiento a Ulises

Desde el silencio de mi oficina quiero enviar un caluroso abrazo a Ulises Jorge Bidó quien me dedicó un lindo post en su blog con motivo de mi cumpleaño. Aún no he tenido el placer de conocerlo personalmente (él se encuentra en Puerto Rico) pero como él bien señala, la red nos permite entablar amistades con personas que de otro modo sería imposible.

Gracias Ulises por tan hermoso gesto y por brindarme tu amistad.

El oficio de columnista, por P. Navia

Me gustaría compartir con ustedes, en especial los que son o pretenden ser columnistas algún día, un texto del cientista político Patricio Navia titulado "El oficio de columnista".

"Porque nadie estudia para ser columnista, el oficio de comunicar ideas y mensajes en artículos cortos (nunca más de 600 palabras) se aprende fundamentalmente con práctica. Pero si las columnas no provocan reflexión en los lectores (aun si es para buscar argumentos que rebatan lo que allí se plantea), los columnistas no están haciendo bien su trabajo. Además, si bien cualquier provocador puede llamar temporalmente la atención, la profesión de columnista requiere una constancia y una disciplina que hace que los únicos capaces de influir en este oficio sean los más pacientes y los más perseverantes. A diferencia de los artistas –por cierto que la mayoría de los géneros literarios son arte– los columnistas se miden mucho más por el promedio de calidad de su producción que por celebrados aciertos ocasionales. Aunque algunas sean mejores que otras, ninguna columna es responsable de que un columnista deje huella. Así como ocurre con los actores de teatro, a los columnistas se les mide por su carrera más que por una actuación brillante."

Para leer el texto completo ir a: http://www.referente.cl/roller/page/patonavia?entry=referente_el_oficio_de_columnista1

domingo, 20 de agosto de 2006

Mis 28

(con Johanna)
Despúes de una larga noche hoy estoy algo cansada. Cansada pero alegre por tan linda semana. Anoche estuve celebrando mi cumpleaño entre amigos y conocidos. Gracias a mi amiga Johanna, quien nos prestó su casa, tuvimos una linda fiesta.

Quiero agradecer y desde aqui enviar un abrazo a todas aquellas personas que de una forma u otra estuvieron presentes en mi día y me regalaron tanta alegría. Gracias por sus mensajes, sus llamadas, sus emails. También gracias a Joel, quien me regaló un lindo post en su blog.

El miercoles mientras estaba de visita en casa de unos amigos nos dieron las doce de la noche y me sorprendieron con una tarta helada y me cantaron feliz cumpleaños mientras en el teléfono mi hermano y luego Gregorio me felicitaban. El jueves quise pasar el día tranquila, sola, haciendo aquellas cosas que me gustan. No fui a trabajar y con mi cámara me fui a la cuidad a caminar. Nunca había estado en Bryant Park al medio día y me encontré con un parque lleno de gente vestida de manera formal, al parecer todos estaban en su hora de almuerzo. Me encanta estar rodeada de tanta gente distinta en el parque; no sé porqué pero son de esas pequeñas cosas de esta cuidad que me hacen sonreír. Después de tanto caminar decidí ir a casa donde luego me encontré con una docena de rosas que me regaló un amigo. Más tarde esa noche me llamó Ro y los chic@s de Tinta Fresca. También me cantaron cumpleaño feliz y sentí mis ojos humedecerse de tanta alegría. Cuando al día siguiente le dije a Amala que me habían llamado varios amigos de Santiago ella me dijo, “la verdad no sé que haces aqui Joanne”. No supe qué contestarle pero ciertamente en Santiago dejé tanta gente que quiero y que son de gran importancia en mi vida.

Anoche compartí con mis viejos amigos del bachillerato lo cual siempre me hace feliz. Algunos de ellos los conozco desde que tengo once o doce años y luego de convivir por tantos años en una escuela de Santiago, nos volvemos a encontrar en Nueva York.

Me siento muy afortunada en estos días. A veces olvido las cosas hermosas que tengo, como la amistad que me une a gente que me quiere. Por mis amigos cumplí mis 28 con muchísima alegría y sumamente agradecida a la vida por darme un año más de vida. Sólo espero que por el resto de mis días pueda contar con mi gente, tenerlos cerca, seguir sonriendo con ellos.

Gracias del alma. Todo mi amor y cariño para ustedes, mis amigos.
(Cantando "Cumpleaño Feliz...")
(Amigas del colegio)
(Bailando)

miércoles, 16 de agosto de 2006

Agosto en Nueva York

Es agosto en Nueva York.
Se siente en la sal que recorre la piel,
en la humedad de las calles,
en el aire estancado del subterráneo,
sauna que pudre los poros y consume el aliento.

Se siente en el vagón
repleto de cuerpos exhaustos e inmóviles,
en el zumbido del abanico,
en la risa de los niños bajo las pompas,
en la marcha de los flip flops
sobre el pavimento.

Se percibe en el desfile de perros
por la fuente de Washington Square
junto al vagabundo, el músico y el poeta;
en los vientres desnudos pordoquier
y el olor a marijuana entremezclado con las flores.

Nuevo juguete, nuevas fotos

En estos días estoy contenta. Al fin tengo mi cámara nueva! La tenía en la vista desde el año pasado y tomé la excusa de mi cumpleaños para hacerme un regalo. Si, mañana estoy de cumple. Normalmente estoy triste el día antes pero este año es distinto, no sé si será la emoción de mi nuevo juguete o el día de hoy que está soleado y hermoso. Sea lo que sea, estoy contenta.

Anoche y esta mañana estuve tomándole fotos a diferentes objetos que tengo en casa. Aqui algunos de ellos:

Más fotos en: http://www.flickr.com/photos/barcarola/sets/72157594239318230/

sábado, 12 de agosto de 2006

Tranquilidad

Había descuidado de mi gardenia esta semana. Hoy la noté triste y le heché tierra fresca, agua, comida. Me siento mejor ahora. El cuidar de una simple planta me da tranquilidad, es como cuidar de un niño, un ser indefenso que necesita mi atención y cariño. Este año ella no me regaló gardenias pero tengo la esperanza de que para el próximo verano ella se habrá acostumbrado a su hogar y me sorprenderá con nuevas flores.

Hoy, un hermoso sábado de agosto, quiero quedarme en casa, hacer las cosas que me gustan, descansar y no pensar en aquellas cosas que me agobian y entristecen. Escucharé música, trataré de leer y veré un video de Pink Floyd que compré hace una semana. Quien sabe, tal
vez en mi tranquilidad surgan nuevos versos.

3:49am

3:49am. No puedo dormir; o mejor dicho, no pude seguir dormiendo. Anoche llegué del trabajo y me tiré sobre la cama. No desperté hasta ahora. Antes de anoche me pasó algo parecido, me acosté con la intención de cerrar los ojos un rato, descansar, para luego levantarme. Dormí hasta el día siguiente. Normalmente no duermo mucho pero en estos días mi cuerpo y mi mente me lo han pedido.

Dormir es una forma de escapar por unas horas; navegar hacia el vacío, donde la mente no piensa y el corazón no siente; o bien escapar a otro mundo donde nada es imposible y puedes recrear el mundo a tu antojo.

Ahora debo marcharme, hay unicornios, nubes y estrellas en espera.

jueves, 10 de agosto de 2006

Match Point

"The man who said 'I'd rather be lucky than good' saw deeply into life. People are afraid to face how great a part of life is dependent on luck. It's scary to think so much is out of one's control. There are moments in a match when the ball hits the top of the net and for a split second it can either go forward or fall back. With a little luck it goes forward and you win. Or maybe it doesn't and you lose". Match Point

Luego de ver a “Match Point”, película dirigida por Woody Allen, no puedo evitar pensar en la suerte, cuestionar qué tan importante es el papel que juega en nuestras vidas. Tendría que coincidir con Chris (Jonathan Rhys Meyers), el protagista de la película que se ve envuelto en un apasionado romance con Nola (Scarlett Johansson), en que hay tanto de nuestras vidas que está fuera de nuestro control, situaciones que se le presentan a uno sin uno esperarlas; unos minutos tarde, unos minutos más temprano, una simple observación, un encuentro casual, devolverse a buscar algo que se olvidó, decidirse por comida italiana en vez de china, ir al supermercado un viernes como cualquier otro, recoger una revista en una librería; todas estas cosas tan comunes y triviales pueden cambiar nuestro destino en cuestión de segundos, sólo hay que estar en el tiempo y lugar indicado para encontrarnos en ese momento que determinaría los acontecimientos a seguir, sean buenos o malos, momentáneos o permanentes. Todo es cuestión de suerte. Las cosas pueden o no darse a nuestro favor y muchas veces no podemos controlar el destino de ello; de esto se trata en parte la película Match Point. El simple hecho de lanzar un anillo al mar cambia la suerte de Chris (cuya obsesión con Nola lo lleva a un gran dilema), siendo importante no el lanzamiento del anillo sino dónde cae. El azar se hará cargo de lo que suceda después.

En mi caso, no sé qué tanto ha sucedido por suerte o decisión mía. No puedo hecharle toda la culpa a la suerte y decir que por su causa me ha ido bien o mal en la vida. Muchas de mis decisiones no han sido tomadas inteligentemente mientras que con otras he sido más afortunada. Pero, ahora que lo pienso, ¿acaso no será cobardía creer en la suerte en vez de enfrentar el hecho de que uno mismo teje su destino y toma decisiones cuyas consecuencias dependerán exclusivamente de ello? ¿Y qué del karma, existirá? Llevo días pensando en todo esto y no llego a una conclusión. Quería ilustrar toda esta teoría de la suerte con ejemplos propios pero cada vez que pienso en alguna casualidad, alguna situación inesperada surgida supuestamente por el azar, termino enlazándola con alguna decisión o acción que haya tomado. ¿Será la suerte una excusa de cobardes, teoría de ilusos?

Sea lo que sea, crean lo que crean, les recomiendo Match Point.

viernes, 4 de agosto de 2006

Cobarde, a fin de cuentas

No le temo a la lluvia, a los días grises en que Nueva York me parece un monstruo, un mar de hierro y cemento que me traga y escupe a su antojo. No le temo a las largas horas en el metro entre desconocidos, gente de todas partes del mundo que te observan y saludan tu soledad con la misma tranquilidad en que ellos aceptan la suya.

No le temo a la crudeza de esta cuidad que te obliga a convivir entre la muchedumbre sin decir una palabra, salvo los “I’m sorry” cada vez que alguien te pisa, te empuja, te roza, te confunde con otra persona o simplemente, en su temor a saludarte, te repite lo mismo.

No le temo caminar a mi casa a medianoche, desconfiar del más mínimo sonido o sombra. No le temo al señor que todas las noches duerme en la entrada de la estación del metro con su maleta y zapatos rotos, el que hasta hace poco pensé que era mudo. No le temo a los fantasmas de mi apartamento como tampoco al silencio que lo habita todas las noches, todos los días...

Y resulta que he aprendido a convivir con la frialdad de esta cuidad, a aceptar la calidez que de vez en cuando te brinda la sonrisa de un extraño; los insoportables turistas en Times Square; la excentricidad de muchos en el Village; lo frívolo y plástico de otros en Midtown. Me he acomodado al cambiante clima, a su extremismo, a esperar la primavera con las mismas ansias en que un niño espera la navidad.

He aprendido que el temor es enemigo de la subsistencia y que la rutina puede ser un gran amigo si se sabe manipular.

Sin embargo, no he aprendido a moverme a compás del tiempo, a seguirle los pasos sin quedar atrás, faltándome el aire y casi corriendo para no perderlo de vista. Y es que aqui el tiempo no se detiene ni se apiada de nadie, te pasa por encima como un rodillo sin disculpas, penas o verguenzas.

Tiempo. Ahí radica mi miedo; en un mañana donde aún me encuentre sentada en Bryant Park, finjiendo como muchos que prefiero estar sola, esperando el ocaso con la misma esperanza de antaño, anhelando un mañana que hace mucho me pasó de largo.

jueves, 3 de agosto de 2006

Baile y patines en Central Park

Hacía calor pero aún asi no quería permanecer en casa. Tenía deseos de sentarme en un banco y observar a la gente, escapar del aire acondicionado y respirar aire fresco. No me agradaba la idea de caminar al tren en pleno sol a las tres de la tarde para luego sentirme morir dentro del subterráneo axficiante pero eso me pasa por mudarme tan lejos. Central Park estaba hermoso, como siempre. Le tomé fotos a unas flores amarillas que estaban en los alrededores del gran estanque en la entrada en la 59, de dos tortugas que nunca había visto en el parque, de los juegos que cubren lo que en invierno es una pista de hielo y caminé; caminé buscando descubrir algún nuevo rincón de la parte sur del parque. Recordé las gondolas y fui por ellas. En el camino escuché musica y enseguida supuse que seríán los bailadores en patines que un domingo de abril encontré en otra de mis caminatas. Ciertamente, eran ellos. Adelanté el paso para llegar más rápido hacia ellos y sonreir con sus movimientos, por la vestimenta extraña de algunos y para disfrutar de la alegría en sus rostros y sentir a Nueva York; y es que ahi, en ese grupo de personas en el centro del parque es cuando siento más a la cuidad; cosas asi son las que para mí definen lo que llaman La Gran Manzana. Me detuve por largo tiempo a observarlos y escuchar la música con gran deseo de bailar pero lamentablemente el baile es sólo para aquellos con ruedas. Lo hermoso de esto es ver a tanta gente diferente (diferente en todos lo sentidos) bailar la misma música con la misma alegría e intercambiar parejas, reirse uno del otro, tomarse de la mano y saltar al ritmo de hip-hop, house, pop y soul (entre otras) sin importarles nada salvo la música.

Para más información sobre esta asociación pueden visitar su página oficial (www.cpdsa.org) o visitar el blog de Marius (cpdsa.blogspot.com) donde encontrarán fotos y videos del evento. Claro, nada mejor que ir personalmente al parque y disfrutar de un domingo con ellos. Simplemente sigan la música...






Más de mis fotos en: http://www.flickr.com/photos/barcarola/; y otras fotos del Central Park Dance Skaters Association en http://www.flickr.com/groups/cpdsa/.